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El mal es fuerte al principio y débil al final, el bien es débil al principio y fuerte al final

¿Por qué el mal atrae tanto a los jóvenes? Es porque impresiona por su poder y dominio sobre lo bueno. También se debe a que la juventud es, por definición, ignorante de ciertas sabidurías. Por el contrario, las personas mayores son más proclives a practicar el bien, porque han experimentado el mal y han aprendido a reconocer el verdadero poder del bien.

El mal es como una piedra lanzada hacia arriba

El karma, en su forma más simple, puede ilustrarse mediante la comparación de una piedra lanzada con tremenda fuerza al aire. La potencia y velocidad iniciales de la piedra dan la impresión de fuerza y dominio, sin embargo, una vez que ha alcanzado el vértice de su trayectoria, rápidamente comienza a desacelerar, para finalmente aterrizar y quedar inmóvil. Esta sencilla ilustración del karma también puede utilizarse para explicar la naturaleza del mal.

Mientras que puede considerarse que un objeto, como la piedra, encarna la fuerza y el poder debido a su velocidad y trayectoria iniciales, el mal es fundamentalmente débil e impotente. Intenta velar su debilidad con el disfraz de la dureza, la violencia e incluso la dominación. Aunque al principio pueda parecer intimidante y poderoso, con el paso del tiempo el mal acabará revelando su verdadera naturaleza, poniendo de manifiesto su falta fundamental de poder y fuerza.

De hecho, muchas personas han estado cerca del mal, creyendo en su dominio y fuerza, sólo para ser engañadas por sus mentiras y consumidas por sus problemas. En consecuencia, es importante permanecer en guardia ante el mal y reconocer su verdadera identidad, que es la de una impotencia disfrazada de engaño. Como tal, es crucial evitar quedar atrapado en sus garras, ya que nos conducirá inevitablemente al fracaso y a la pérdida.

En conclusión, el karma puede utilizarse como analogía ilustrativa del mal, demostrando su verdadera naturaleza de impotencia y su enfoque engañoso de parecer fuerte. Sólo con una proximidad prolongada al mal se revela su verdadera forma y se comprenden las consecuencias asociadas. Así pues, todos los que se acercan al mal corren el riesgo de verse arruinados por su impotencia, por lo que deben desconfiar de sus trucos y permanecer siempre vigilantes para frustrar sus éxitos potenciales.

El bien es como la semilla de un roble que se planta

Las buenas obras tienen un poder inherente que a menudo pasa desapercibido. Comienza como un acto aparentemente insignificante y crece en fuerza a medida que progresa. Los que eligen caminar por la senda del bien, incluso cuando se encuentran en minoría y burlados por los que han decidido seguir el camino más cómodo del mal, pueden estar seguros de que nunca lamentarán su decisión.

El poder de las buenas obras a menudo no se siente en el presente, sino que crecerá en fuerza y se volverá inestimable con el tiempo. Ante la adversidad, las buenas obras nunca se abandonarán, sino que la lealtad y la dedicación continuas construirán una fuerza interminable que se convertirá en un aliado para toda la vida. Las pruebas de ello están por todas partes, ya que las buenas obras obtendrán a menudo el apoyo de una base cada vez mayor de defensores.

Por el contrario, el mal es rápido en el poder pero lento en desmoronarse. Optar por entregarse al mal le proporcionará una ráfaga de poder que con el tiempo se perderá para toda la eternidad. Los efectos del mal girarán en el sentido de las agujas del reloj hacia un ciclo interminable de destrucción y ruina que diezma el duro trabajo de los buenos.

Así, el poder de las buenas obras puede parecer inicialmente enclenque, como la pequeña plántula de un árbol, aunque su progreso puede ser lento y pesado, las implicaciones de su fuerza se harán evidentes con el tiempo. Mientras que el mal tiene un poder a corto plazo, las buenas obras crean una herencia duradera. Seguir el camino de las buenas obras es la mejor manera de alcanzar el éxito en última instancia, ya que dota al individuo de la fuerza adecuada, una fuerza que nunca le abandonará.

Las buenas obras a la inversa son una verdad inestimable que merece ser respetada y apreciada. Es un mensaje especialmente apropiado en el mundo actual, en el que a menudo se favorecen las soluciones rápidas y fáciles en lugar de las meditadas y sostenibles. Recordemos que las buenas obras son la recompensa definitiva para nosotros mismos y para los que nos rodean. Aunque a veces pueda parecer la opinión minoritaria, recordemos que debemos persistir en las buenas obras, pues sólo nos darán más fuerza a largo plazo.

Imagina que eres el brote joven de un árbol. Cada vez que actúas de forma virtuosa, es como si el agua viniera a regar tus raíces para fortalecerte. Por el contrario, cuando actúas mal, es como si vinieran insectos a mordisquearte las hojas o las raíces.

¿Cómo distinguir lo bueno de lo malo?

No siempre resulta obvio, pero practicar la virtud es una parte esencial del cultivo de una comprensión profunda de lo que está bien y lo que está mal. Esto puede verse considerando los efectos que la virtud tiene en nuestro razonamiento moral.

Cuando practicamos la virtud, ésta nos permite desarrollar sentimientos y hábitos morales, que luego podemos aplicar a nuestro juicio sobre el bien y el mal. Como tal, nuestro razonamiento moral refleja tanto nuestra comprensión intelectual como la aplicación práctica y habitual de la virtud. Esto puede ayudarnos a tomar las decisiones morales correctas incluso en situaciones difíciles, ya que nuestros hábitos y sentimientos virtuosos pueden informar nuestro juicio sobre el bien y el mal.

También es importante señalar que cuanto más practicamos la virtud, más conscientes nos hacemos de lo que históricamente se ha definido como “lo correcto y lo incorrecto”, lo que proporciona una preservación de nuestra herencia y comprensión morales. Además, a medida que adquirimos más conocimientos sobre la moralidad y la justicia, podemos empezar a desarrollar un sentido de la responsabilidad y la rendición de cuentas que guíe nuestras decisiones en situaciones complejas.

En general, está claro que cuanto más se practica la virtud, más fácil resulta distinguir entre el bien y el mal. A través de la virtud, podemos desarrollar sentimientos y hábitos morales que pueden informar nuestro proceso de toma de decisiones y ayudarnos a preservar la comprensión de la moralidad y la justicia. Adoptando esta práctica, podemos trabajar hacia una mayor comprensión y aplicación de la moralidad en todos los aspectos de nuestra vida.

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