Hay obras que duran 100 años y otras que duran 1000 años. Quizás esto sea lo que diferencia la modernidad de la tradición. Esta relación única con el tiempo, especialmente con el tiempo a largo plazo, expone la vanidad de los tiempos contemporáneos. Mientras que hace 4000 años, la gente se tomaba el tiempo para pensar y construir las pirámides de Egipto, hoy vivimos frenéticamente para construir cosas que perecerán antes que nosotros.
La paradoja del tiempo
Es extrañamente cuando nos apresuramos que construimos las cosas menos duraderas. ¿Nombrame un edificio contemporáneo que tenga una vida útil más larga que la Catedral de Notre Dame o la Catedral de Praga? Probablemente ninguno. Una razón simple para esto es que ambas catedrales tardaron casi 200 y 600 años respectivamente en ser construidas.
Lo que se construye con prisa perecerá prematuramente
¿Cuántas cosas – ya sean físicas o conceptuales – hoy en día están hechas para existir eternamente? ¿Las acciones que tomas a diario, los proyectos en los que trabajas, cuánto de lo que te dedicas tiene un sabor a eternidad? Probablemente pocas cosas. Y la razón de todo esto es que hacemos todo de manera desconsiderada y apresurada.
El ingrediente que marca la diferencia
La diferencia entre una catedral y una torre en un distrito empresarial es el tiempo invertido antes y durante la construcción. El tiempo produce tiempo. Si quieres que algo dure, debes poner intención, inteligencia y corazón en ello durante un largo período de tiempo.
Este principio se aplica a todo
Si quieres que las cosas que construyes perduren, debes dedicarles tiempo etéreo (todo lo que no es físico como pensamientos, emociones, etc.). La involución crea la evolución. Si quieres que una relación dure y florezca, debes pensar en ella, dedicarle tiempo, cuidarla, etc. Si quieres que tu hijo trabaje para la mejora o preservación del mundo, debes amarlo, cubrirlo y dedicarle tiempo a su desarrollo.
Aplicar esta mentalidad en las relaciones
Una relación puede asemejarse a la erección de una catedral. Para que tome la forma de una obra maestra arquitectónica, la relación debe tener bases sólidas. Esto significa que debe basarse en valores claros y recíprocos. Luego, ambas personas en la relación deben trabajar diligentemente, como canteros, para no descuidar ningún detalle pero también como arquitectos. Hay dos puntos de vista que no deben dejarse al azar: el diario y el largo plazo. El diario representa las pequeñas acciones realizadas con la idea de hacer bien como el cantero. Luego está la reflexión del arquitecto que tiene dentro de sí la visión de la obra maestra final. Ninguno de estos dos enfoques debe ser descuidado. Si solo está el arquitecto, la relación sufrirá diariamente. Si solo está el cantero, la relación no seguirá en una dirección claramente definida y al final, la pareja se sentirá a la deriva o perdiendo el tiempo.
Entrenamiento para adquirir la mentalidad del constructor de catedrales
No se adquiere una mentalidad de constructor de la noche a la mañana. Esto requiere entrenamiento que puede ser tan mundano como aprender a tocar un instrumento musical o hablar un nuevo idioma.
Para desarrollar la mentalidad del constructor de catedrales, debes aprender tanto el gusto por el esfuerzo y el trabajo bien hecho (mentalidad de cantero) como cultivar una mentalidad visionaria y estratégica (mentalidad de arquitecto).
Desarrollar la mentalidad del cantero
Para desarrollar la mentalidad del cantero, debes volverte más meticuloso, trabajador y disciplinado. La mejor manera de desarrollar estos rasgos es practicar deportes de resistencia (ciclismo, carrera, etc.), aprender a tocar un instrumento musical (piano, violín, etc.) u otro arte difícil de desarrollar (baile, caligrafía, idioma extranjero, etc.).
Desarrollar la mentalidad del arquitecto
Para desarrollar una mentalidad de estratega, debes adquirir el hábito de leer y escribir, lo que implica asimilar nuevos conceptos y internalizarlos. Escuchar entrevistas de personas inspiradoras que han logrado lo que aspiras también puede ayudar.
