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De la contradicción nace la complejidad 

La simplificación es cosa de genios o de simplones. Lo que más me llama la atención en nuestra época es la gran propensión a querer simplificarlo todo. La conspiración es el intento de simplificar la causalidad de los hechos aunque ello contribuya a alejarse de la verdad. La mente humana tiene dificultades para captar las contradicciones. Sin embargo, de estas contradicciones nacen la complejidad y la profundidad. El dualismo nos lleva a ver el mundo en blanco y negro, cuando en realidad está hecho de grises. Por tanto, tenderíamos naturalmente a simplificar, lo que nos convierte en conspiradores potenciales.

La ley de Pareto, ¿madre de la conspiración?

Si hay un concepto que se ha popularizado en la red en los últimos años es la ley de Pareto o la llamada ley 80/20, es decir, que el 80% de las consecuencias tienen su origen en el 20% de las causas. En muchos casos, esta proporción llega hasta 95/5 o incluso 99/1. Aquí es donde la tentación de simplificarlo todo es grande. Si esta regla es cierta en la mayoría de los casos, entonces se puede extrapolar fácilmente a la causalidad de los acontecimientos. Así, todas las grandes catástrofes encontrarían su origen en una misma causa. Esto es tentador, es un consuelo para la mente, sin embargo, no es la forma de pensar sobre el mundo con precisión. Por ejemplo, cuando pensamos en las causas que llevaron a la Segunda Guerra Mundial, es una simplificación extrema decir que fue la voluntad capitalista de las élites europeas la que condujo al conflicto. A menudo las voluntades que parecen obvias son en realidad las consecuencias de un suelo preexistente con múltiples ramificaciones. El expansionismo alemán de los años treinta estaba ligado al temor a sus vecinos europeos, la mayoría de los cuales eran potencias coloniales. Asimismo, este expansionismo fue posible gracias a la avanzada industrialización del país. El empobrecimiento de Alemania como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1929 permitió la proliferación de ideas populistas. El pacifismo europeo, en reacción a la Primera Guerra Mundial, no pudo cortar de raíz la militarización de Alemania. Y se podría seguir indefinidamente para encontrar la cadena de causas que condujeron a la Segunda Guerra Mundial. En realidad, fue una sucesión de acontecimientos y elecciones lo que condujo al mayor conflicto del mundo, no la voluntad de una élite.

De la contracción nace la complejidad, y la teoría de la conspiración no resiste mucho tiempo su embate

El mundo es un lugar extraño, a menudo lleno de misterios y conspiraciones que no se entienden. Los rumores y conjeturas van desde lo mundano hasta lo extraordinario, con pocos, si es que hay alguno, hechos reales para cimentarlos como verdad. El mundo de las teorías de conspiración, sin embargo, no se descarta tan fácilmente. Durante muchas semanas, meses e incluso años, los creyentes en estas teorías se han mantenido firmes en sus convicciones. Blanden pruebas como armas y son implacables en sus intentos de probar su caso.

Pero, ¿podemos probar que estas teorías tienen algún fundamento real de hecho? ¿Es sólo el resultado de nuestra propia imaginación y la búsqueda de patrones para justificar nuestras creencias? Para los no iniciados, estas teorías pueden parecer inverosímiles y ridículas. Pero, para aquellos de nosotros que estamos familiarizados con estos conceptos, la pregunta sigue siendo: ¿hay alguna verdad en las teorías de conspiración?

La respuesta es sorprendentemente simple. De la contracción viene la complejidad. Para explicarlo con más detalle, es básicamente la idea de que cuanto más complejo es un sistema o red, más vulnerable se vuelve a la manipulación. Se deduce entonces, que si una teoría de la conspiración se basa en una red compleja, su vulnerabilidad a la manipulación significa que no puede soportar mucho tiempo su ataque.

Tomemos, por ejemplo, el asesinato de Kennedy. La teoría de la conspiración afirma tener evidencia que sugiere que hubo un complot organizado para asesinar al presidente Kennedy. Hay innumerables facetas de esta teoría, cada una más elaborada que la anterior. Tratar de desentrañar la red de hechos y ficción es una tarea increíblemente difícil.

En última instancia, la revelación de la verdad detrás de la teoría de la conspiración casi siempre se reduce a una evaluación experta de la evidencia y las circunstancias circundantes. Pero, gracias a la contracción, son las pequeñas piezas de una red las más vulnerables a la manipulación. Esta es la razón por la que las teorías de conspiración nunca pueden soportar realmente la compleja teoría de la red: cualquier pieza de evidencia, cuando se prueba rigurosamente, en última instancia, puede revelar la verdad, siempre y cuando estemos dispuestos a tomarnos la molestia de encontrarla.

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