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Lo importante es aprender, no ganar

Ganar es el laurel que corona un viaje de aprendizaje; es la consecuencia natural de un espíritu de crecimiento y progreso.

Para ganar, hay que olvidarse de ganar

Para ganar, hay que aprender a perder. Se aprende todo perdiendo y casi nada ganando, por eso ganar y perder son dos caras de la misma moneda. Si quieres progresar, tendrás que aprender a perder, y a perder a menudo. Lo importante es que entre cada derrota tengas tiempo suficiente para asimilar las lecciones.

Aprende a disfrutar del proceso

Cuando te obsesionas con ganar, corres el riesgo de rendirte. Si valoramos el resultado y es decepcionante, podemos perder la paciencia y el interés por lo que estamos haciendo. Si sólo pensamos en los resultados, es mejor evitar comprometernos con el camino en cuestión porque no tenemos una ventaja competitiva sobre los demás. Nuestra motivación está condicionada por nuestros resultados, así que somos frágiles.

Para ser antifrágil, hay que ser autotélico en lo que se hace

Lo autotélico es lo que se hace como fin y no como medio en sí mismo. Un aficionado al fútbol, por ejemplo, amará este deporte por lo que es y no por lo que pueda aportarle. La antifragilidad consiste en hacerse más fuerte con cada incidente, que es el sello distintivo de todo aquel que experimenta un fracaso. Por ello, todo aprendiz de una disciplina debe desarrollar una relación autotélica con ella para garantizar un aprendizaje constante que propicie el éxito como consecuencia indirecta.

Pasar de una cultura de la victoria a una cultura de la excelencia, sinónimo a su vez de búsqueda del aprendizaje

Ganar está muy bien, pero como hemos visto, es un objetivo indirecto. Ganar a toda costa genera toxicidad, cortoplacismo y tendencia al engaño. Una cultura de aprendizaje conduce a la excelencia, aunque sea un proceso más largo.

Cultivar la mentalidad adecuada

Gran parte de lo que hacemos lo aprendemos por obligación. Vamos a la escuela porque tenemos que hacerlo, y muchas otras cosas. No hay nada malo en cultivar el sentido del deber, pero el problema reside en organizar nuestra vida únicamente a través del prisma del deber, porque acabamos actuando de forma automática. Y ser automático nos aleja de nuestra fuente, de lo que amamos, de lo que nos impulsa. Para cultivar el estado mental adecuado, necesitamos conectar con nuestra fuente.

Encontrar tu fuente

Existe un flujo que atraviesa los distintos chakras, conocido como kundalini. Este flujo puede bloquearse en ciertos lugares, impidiéndonos expresar una alegría profunda. Desbloquear los chakras implica superar nuestras limitaciones, afrontar nuestros miedos, reconectar con lo que somos y hacer lo que nos gusta cada día.

La alegría es la manifestación de la autoexpresión

Si consigues sentir alegría (y no placer) a diario, significa que estás siendo fiel a ti mismo, que estás escuchando y siguiendo a tu yo más profundo. Si, por el contrario, eres incapaz de hacerlo, significa que algo va mal y que has abandonado quién eres, que te has descuidado, que has dado demasiada importancia a las opiniones de los demás. Has cortado los lazos con tu fuente.

La alegría es lo que marca la diferencia en un juego infinito

Si quieres ser el mejor en tu semana, tienes que verla como un juego infinito: nunca dejarás de aprender. Para entrar en este estado de ánimo, no hay mejor aliado que la alegría natural asociada a la práctica de esta actividad, por lo que necesitas volver a conectar con tu fuente, el espejo de lo que realmente eres.

Cuando aprender se convierte en un juego, ya has ganado

Si puedes practicar tu arte como un niño juega a los juegos que le gustan, tienes una ventaja innegable sobre los demás. Jugar es la mejor manera de aprender, porque es desinteresada. Y es olvidando el deseo de ganar como se triunfa a largo plazo.

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