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Hacer, tener, ser y amar

faire, avoir, être, aimer

Estamos dominados por cuatro verbos cada día. Algunos dirían que representan cada fase de la vida o que nuestro carácter está dominado por una de ellas. Juntos, estos cuatro verbos forman la columna vertebral de nuestras vidas.

La vergüenza nos invade cuando se nos pregunta qué hacemos en la vida. Es vergonzoso porque no siempre sentimos que estamos haciendo algo y por otro lado no sentimos amor por lo que hacemos. En realidad, nuestro “hacer” es nuestro “tener”. Lo que hacemos hoy nos permite más tener, que “ser”, “hacer” o “amar”. Queremos estar en otro lugar porque amamos muchas otras cosas, pero estamos apegados a lo que tenemos, por lo que “tener” vale la pena sacrificar el “ser”, el “hacer” y el “amar”.

Nuestra vida diaria es una obstrucción. Todos corremos al mismo lugar porque todos buscamos lo mismo. Nuestras carreteras están congestionadas, nuestros subterráneos están llenos de gente. Todos pasamos con la cabeza en otro lugar, la cabeza que sueña con momentos abandonados en una playa desierta o los que se pasan contando las nubes en el cielo. Por el momento, hay un consuelo, un verbo omnipresente, que finalmente reemplaza a los cuatro anteriores, aquí hay un nuevo invitado: mostrar

Vivimos en la era de las redes sociales. No hay más tiempo para formular galimatías, lo importante es ser visto, tienes que mostrarte. Las imágenes que nos lanzan a la cara son perfectas, es normal, están retocadas, no importa, lo importante está en otra parte, hay que crear la ilusión, llamar la atención. En el pasado, la elocuencia era la forma de brillar en la sociedad, hoy en día es de importancia secundaria. Ya no sabemos hablar, este verbo está en decadencia y es una pena.

En casa, nos contentamos con ser un eterno espectador. Los animados intercambios familiares de antaño han desaparecido. El lugar está en la pantalla, el nuevo amo de casa, ocupa nuestra mirada en todo momento, ya no sabemos cómo deshacernos de él. Por supuesto, una vida así será castigada tarde o temprano: déficit de atención, empobrecimiento del vocabulario y estupefacción, después de todo. Sin embargo, esta lenta disminución de nuestra capacidad de hablar es irresistible: hemos entrado en la sociedad del espectáculo, cada ciudadano es un trovador en potencia, sólo tiene que buscar su público para entretenerse. El entretenimiento es una actividad de masas cuya producción es a su vez producida por los consumidores. Somos nuestras propias estrellas, las pantallas son espejos. Buscamos en este rectángulo de sílice un poco de los otros, pero en última instancia para mucho de nosotros mismos.

Así que no podremos resistir esta corriente que nos lleva a todos, la de un cierto narcisismo basado en la uberización del espectáculo. Nuestros nombres se han convertido en números y disfrutamos bañándonos en un universo donde el anonimato ya no existe y donde el poder se nos escapa.

Hospitalizados, estamos un poco hospitalizados. ¿Qué hay de alguien que pasa 14 horas de su día frente a una pantalla? Los pacientes antes estaban postrados en la cama, hoy son “postrados en la pantalla”, es decir, se bloquean en una pantalla que no se puede dejar, bueno sí tal vez, pero es para otra pantalla, a la manera del paciente que se traslada de la cama.

Somos la nueva cara de la economía, literalmente. Una economía basada en la atención, es decir, que nuestra cara proporciona la esencia del valor, ¿no es extraño? Los que no sentimos que estamos dando trabajo al tocar nuestras pantallas. ¿Somos como esos pavos que alimentamos durante todo el año antes de encontrar un hechizo fatídico antes del Día de Acción de Gracias? Por ahora, ese momento es largamente esperado, pero cuando llegue, puede doler más que un fuerte golpe en el cuello. ¿Estamos reducidos a formar una nueva masa proletaria de “inútiles” relegados a ese rango por robots sobrealimentados e inteligencia artificial?

¿Podemos resistir lo que parece inevitable? Si es así, ¿nuestra salvación no vendrá de haber sido capaces de reconectar verdaderamente con el “hacer”, el “ser” y el “amar” abandonando un poco el “tener”?

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