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Los cuatro orígenes del turismo

El turismo, tal y como lo conocemos hoy, es un fenómeno reciente, analicemos qué lo originó.

Peregrinación o turismo religioso

Una de las primeras manifestaciones del turismo tiene sus raíces en la religión. La mayoría de las religiones fomentan el regreso a los lugares sagrados, ya sea porque es un imperativo religioso, porque contienen reliquias o porque permiten revivir un episodio de la vida de un místico. Durante mucho tiempo, la peregrinación fue el único competidor de las guerras que explicaba el movimiento de las masas humanas (aparte de los éxodos que, a su vez, suelen ser consecuencia de las guerras). La peregrinación tiene varias finalidades, una de ellas es política, consiste en consolidar la identidad de la comunidad de creyentes reforzando así el sentimiento de pertenencia. Puede tener un interés económico para quienes organizan estos viajes, que representan sumas considerables de dinero.
La peregrinación no es para todo el mundo, y a veces requiere una escolta armada para proteger a los viajeros que atraviesan zonas hostiles.

El Gran Tour

La palabra turismo toma su nombre de este segundo fenómeno. Se trata de un viaje emprendido por la élite europea, principalmente masculina, desde mediados del siglo XVI. Su objetivo era llegar a los lugares que simbolizaban la cuna de la civilización clásica, como Italia y Grecia, e incluso en algunos casos Persia o Egipto. Al contemplar los monumentos que se remontan a varios milenios, los aristócratas se familiarizaron con la idea de la transmisión, el patrimonio y la herencia, valores muy apreciados por las élites de la época. Este viaje a través del espacio y el tiempo era una forma de reconectar con un pasado sublime y proporcionaba una educación moral a la élite de la sociedad. A menudo, estos viajes resultaron inspiradores para quienes se encontraron con escritores de talento (Châteaubriant, Condorcet, etc.). Por esta razón, el turismo ha conservado durante mucho tiempo una dimensión elitista.

Turismo de exploración

A menudo vinculada a la aristocracia, se ha ido democratizando con el tiempo. Los viajes de exploración están ligados a la investigación científica (botánica, antropológica, etc.), que se ve desbordada por el descubrimiento de nuevos territorios que sólo esperan ser explorados (la mayoría de las veces desafiando a las poblaciones indígenas). Su descubrimiento requiere diferentes tipos de profesiones (militares, marineros, misioneros, etc.) pero también intelectuales para justificar su financiación. La atracción científica es un poco más tardía porque fue una mentalidad oportunista la que dominó estas empresas de descubrimiento. Los armadores estaban interesados principalmente en hacer una fortuna; la ciencia no representaba un beneficio inmediato. El explorador, a través de su formación universitaria, recogió datos del terreno para darles coherencia posteriormente. El turismo de exploración tiene una finalidad académica, que lo distingue de la cuarta dimensión del turismo.

Turismo de entretenimiento, la era del consumo

Con la globalización, el abaratamiento de los transportes, la aparición de las vacaciones pagadas y la evolución hacia una sociedad del espectáculo, se creó un nuevo mercado al que acudieron millones de personas. Hasta entonces, viajar estaba reservado a los rentistas (ociosos porque no necesitaban trabajar para ganarse la vida), a los que podían permitirse una peregrinación (por lo general, sólo una vez en la vida) o a aquellos cuyo trabajo consistía en viajar. El turismo de masas permite que el hedonismo adquiera una nueva dimensión. Los trabajadores descansan en los balnearios entre dos periodos de trabajo. Su objetivo ya no era religioso, clasista o intelectual, sino sobre todo recreativo. Este aspecto recreativo abre nuevas vías: ya no es necesario instalar hoteles en lugares culturales, sino que se pueden crear desde cero siempre que el clima sea el adecuado para que las actividades de ocio sean posibles. La cuarta era del turismo permite la presencia en territorios que hasta entonces no atraían a nadie. Así, los pueblos pesqueros pronto se transforman en destinos emblemáticos para miles de personas (por ejemplo, Saint Tropez).

Por supuesto, el turismo contemporáneo es una mezcla de estas cuatro influencias. No es raro observar, la mayoría de las veces como un hecho inconsciente, que la forma de viajar está marcada por el habitus* propio de los códigos culturales de la antigua aristocracia o de los intelectuales.

Habitus (sociología): Forma de ser de un individuo, vinculada a un grupo social y que se manifiesta en su apariencia física (vestimenta, porte, etc.).

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