La conciencia de la muerte cuando se trata de uno mismo es necesaria para tomar las mejores decisiones y llegar al punto. Saber que somos mortales nos empuja a dar más sentido a nuestras vidas y a no detenernos en ciertas trivialidades. Es lo mismo cuando hablamos con alguien, ya sea que esté cerca de nosotros o no. Podemos elegir entre ser un rayo de sol en un día aburrido o una nueva nube que oscurezca el cielo de nuestro interlocutor. Para estar lo más radiante posible, debes ser humilde y cariñoso. ¿Cómo puede expresarse lo divino en nosotros si dejamos que nuestro ego lo aplaste?
Para ser cariñoso, a veces basta con pensar en la fragilidad de la vida y pensar que a nuestro interlocutor sólo le quedan unas pocas horas de vida. ¿Cómo podemos entonces comportarnos injusta o duramente si pensamos que estamos hablando con un condenado que está a punto de dar el gran salto a lo desconocido?
La benevolencia implica expresar una conciencia íntima de la muerte y el hecho de que puede golpear en cualquier momento. Si piensas así, vas a dejar una marca de pureza dondequiera que vayas. Serás un mensajero del cielo que contribuirá a una mayor paz entre las personas, no serás el que añada problemas a los corazones de aquellos que están cargados de preocupaciones.
Haciendo esto, con estas pequeñas buenas acciones diarias, con tus palabras, vendrás a purificarte y a sembrar comprensión y armonía dondequiera que vayas. Hay más cosas que unen a los hombres que las que los separan. Lo que nos separa es muy a menudo sólo el egoísmo, la ignorancia, el rechazo a ver que todos estamos unidos por un vínculo invisible, el de la energía cósmica.