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Escuchar, leer, escribir y hablar

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4 habilidades clave en el siglo XXI y sin embargo tan intemporales

La era de la información es sobre todo una era de la comunicación, pero ¿somos dignos representantes de estos cuatro verbos: escuchar, leer, escribir y hablar?

Las damos por supuestas, pero nunca se han dominado tan imperfectamente. Estas habilidades, que hasta el siglo XX eran patrimonio de las élites, se han hecho accesibles a la inmensa mayoría de nosotros, que hoy las damos por supuestas cuando en realidad las poseemos de forma dispar o precaria.

Cuatro verbos para cuatro etapas de un proceso de aprendizaje supuestamente largo.

Cada una de estas habilidades interactúa con las demás y se beneficia de ellas, pero es conveniente dedicar un tiempo de aprendizaje a cada una.
La idea es dedicar al menos 10 años a cada una de ellas, estableciendo 4 periodos distintos en los que se centrará en una de estas habilidades mientras se tolera la existencia de las otras.

El problema actual es que estamos poniendo el carro delante del caballo. Queremos que la gente hable aunque no tenga nada que decir. Antes, para hablar en público, había que tener buenas razones para hacerlo. Por eso recuerdo -desde una posición que puede parecer conservadora- la necesidad de revisar (e incluso simplemente ver) los propios fundamentos en un proceso que se puede asemejar a un camino iniciático.

Escuchar: se necesitan 10 años para aprender a escuchar y mucho más para dominar el arte

El primer paso en este proceso de aprendizaje es escuchar a los padres o al tutor. Es necesario desarrollar la humildad. Sin esta cualidad, creemos que lo sabemos todo después de leer un libro y es menos probable que aprendamos. Esto explica por qué la lectura es sólo un segundo paso. Al escuchar, también aprendemos habilidades sociales y empatía, cualidades fundamentales que harán que nuestro ser sea fructífero más adelante.

Leer: es a través de la lectura que nos familiarizamos con la lengua, se necesita mucho más tiempo para dominar sus matices

Al leer, aprendemos por nuestra cuenta, construimos una cultura y unos conocimientos que luego podemos transmitir. La lectura nos da acceso al conocimiento. A través de la lectura, nos enfrentamos a nuevas ideas que nos permiten profundizar en nuestros conocimientos. También es a través de la lectura que nos familiarizamos con el nivel más alto del lenguaje. La lectura nos pone en contacto con un rico vocabulario, una sintaxis cuidada, figuras retóricas elaboradas, en definitiva, un conjunto de herramientas que pueden ser útiles más adelante a la hora de escribir o hablar. La gente lee mucho menos que antes, o al menos lo que lee no es tan ordenado. No es lo mismo dedicar una hora a la lectura de la literatura clásica que a la lectura de las redes sociales. Además, vivimos más en una civilización de imágenes y vídeos que de textos.

Escribir: la escritura se aprende como un artesano aprende a fabricar herramientas, es decir, mediante la práctica deliberada

La escritura consolida nuestros conocimientos y elabora nuestro pensamiento. Es a través de la escritura que podemos aclarar y ampliar nuestro pensamiento. Escribir a menudo genera nuevas ideas que no podrían haberse descubierto sólo con el pensamiento. Es una pena que la escritura sea quizás la que más ha sufrido con la modernidad de las cuatro habilidades. La gente ya no escribe cartas, a lo sumo correos electrónicos o tuits delineados con el carácter más cercano.

Hablar: la última etapa, su dominio depende de todas las demás

Hablar nos permite enseñar a otros y requiere una gran capacidad de síntesis. En esta época, todo el mundo habla porque tiene que decir algo, ya sea a través de vídeos o de texto (la comunicación escrita que domina la web es, de hecho, una réplica de la oralidad, no hay una distinción real entre texto y discurso en las redes sociales, a diferencia de lo que ocurría antes, cuando el texto era un dialecto en sí mismo, con un nivel de lenguaje más pulido). La consecuencia es que resulta más difícil orientarse en el barullo digital. La información está disponible en una plétora de formas, pero nunca ha sido de tan baja calidad en proporción a épocas pasadas. Los algoritmos hacen su trabajo de descremado, pero la estrategia de las empresas tecnológicas es ahogarnos en una avalancha de información para mantenernos en su plataforma el mayor tiempo posible.

En realidad, cada habilidad desarrolla diferentes cualidades que deben asimilarse en el orden correcto o, de lo contrario, corremos el riesgo de aplicarlas mal o, simplemente, de volvernos mediocres en las cuatro áreas.

La base de la pirámide sobre la que se asientan las otras tres competencias es una base de conocimiento: la humildad. Sin humildad, no se puede adquirir conocimiento (a través de la lectura). Sin conocimientos, no se puede escribir con rigor y precisión ni crear nuevos conceptos. Sin estas cualidades, no podemos desarrollar un discurso claro y sintético y no podemos hacernos uno con nuestras ideas para darles más fuerza. El conocimiento que no se asimila resuena mucho menos con el orador que lo proclama, al final suena hueco.

Entendemos que cada paso es importante y que debemos ser pacientes para superarlos uno a uno. En resumen, para empezar a ser un buen orador, hay que tener al menos 40 años (10 años de práctica + 30 años para las demás habilidades subyacentes). Para ser un buen orador, habrá tenido que escuchar bien, aprender bien, transcribir o conceptualizar bien y luego ser capaz de sintetizar o enseñar bien.

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