Envejecer es un principio natural que se manifiesta para todos en cada momento. Es la aproximación a la muerte inevitable, como un tren que se dirige a su final.
La muerte es biológica, pero puede retrasarse con un estado mental flexible. Lo que caracteriza a la planta joven es su elasticidad, su flexibilidad, incluso su plasticidad. Cuanto más envejece, más rígido se vuelve. Finalmente, en el ocaso de su vida, es la rigidez lo que más la caracteriza.
Lo mismo ocurre con la mente humana. Cuando es joven, es más abierto y maleable. Cuando envejece, se vuelve intratable y se atrinchera cada vez más en sus posiciones.
Una forma de hacer de la juventud una compañera de por vida es cultivar una mente flexible, sin importar la edad que tengamos.
La flexibilidad se elabora mediante una forma de aceptación y una magnanimidad natural que caracteriza a los niños pequeños en los que parece haberse encarnado una gracia divina. Envejecer, aunque afecta a todos, puede emanciparse de la inevitabilidad biológica para crear nuestra propia realidad, floreciendo a través de la mente.
Una mente flexible crea un cuerpo flexible y, por lo tanto, repercute en lo biológico. Nos permite rejuvenecer nuestro aspecto a pesar de las dificultades que hemos vivido.
Romper con la mentalidad de la vejez significa negarse a sentirse superior a los demás porque somos mayores o tenemos más experiencia. Seguir siendo joven significa considerar a todos como iguales, como un niño que no ve tantas barreras entre las personas.
La juventud significa pureza. Si cultivas la pureza, permanecerás joven toda la vida.