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¿Tienes el espíritu kintsugi?

El kintsugi (金継ぎ, “junta dorada”) o kintsukuroi (金繕い, “reparación dorada”) pertenece a la tradición japonesa. Como su nombre indica, se trata de reparar objetos rotos, casi siempre de barro, como platos, cuencos o jarrones con juntas de oro. Este proceso no pretende en absoluto pasar desapercibido, al contrario, la reparación es muy visible, lo que hace que el objeto sea único, como si hubiera sufrido una metamorfosis. A continuación puede ver un ejemplo de un objeto que ha sufrido una transformación de este tipo.


¿Podemos aprender algo de este proceso? Más allá del aspecto técnico, ¿hay una filosofía que pueda desarrollarse o una metáfora aún más valiosa que pueda extraerse?

La vasija rota son tus fracasos, tus experiencias

La vida está hecha de malas experiencias, decepciones, errores y desilusiones de todo tipo. Podemos lamentarlos como lamentamos ese plato roto en mil pedazos en el suelo o podemos alegrarnos de ellos (casi siempre si nos esforzamos por cambiar nuestra mirada) porque esos errores son ni más ni menos que las semillas de una transformación, siempre que estemos dispuestos a plantarlas. Una experiencia desafortunada puede convertirse en un increíble trampolín para la vida si sabemos añadir oro, como hacen los maestros del kintsugi.

Un ingrediente esencial: el oro

Sin oro, no hay kintsugi, el cuenco roto nunca tendrá el aspecto que tenía, ni se puede hacer que lo tenga. ¿Pero qué es el oro? ¿Qué convierte esos malos recuerdos en lecciones memorables? ¿Qué es lo más parecido metafóricamente a este metal precioso en esta situación?
Es nada menos que gratitud. La gratitud transforma un jarrón roto en una pieza de arte mucho más valiosa. Es lo que nos permite dar sentido donde no lo hay a primera vista. Al llegar a nuestros corazones y mentes, la gratitud tiene la capacidad de reproducir el arte del kintsugi.

¿Cómo desarrollamos la gratitud?

Como hemos visto, la gratitud es oro humano, puede hacer maravillas, pero hay que saber cómo conseguirla. La gratitud se hace simplemente dando las gracias al universo por las cosas que nos suceden, sean las que sean. Es mirar el mundo como si cada acontecimiento que ocurre fuera un regalo de la providencia. Lo sé, es un poco ingenuo pensar así porque es decididamente difícil, si no imposible, para la mayoría de nosotros, incluido yo.

Se pueden utilizar otros materiales para tapar los huecos

El platino es el perdón

Aunque no es fácil estar verdaderamente agradecidos por los altibajos de la vida, hay otros que pueden ayudarnos, empezando por el poder del perdón. El perdón es lo que nos permite curar las heridas del corazón y no mantener el odio que nos devora desde arriba. Es desprenderse de la situación y poner un poco de amor en ella, aunque pueda “doler” a primera vista.

La plata es sabiduría

La sabiduría significa utilizar la mente más que en los dos casos anteriores. Utilizando el intelecto puedes ver los beneficios de una situación con un poco más de claridad, incluso si parece complicada cuando estás abrumado por las emociones.

El bronce es el valor

El valor consiste en utilizar la voluntad para superar las dificultades. Es lo que más se necesita cuando uno no tiene ni los recursos emocionales ni los intelectuales para afrontar un reto.

Algunas recomendaciones:

No rompas el jarrón o el plato tú mismo, no hace falta que lo hagas. Si quieres adquirir nuevas experiencias, puedes arriesgarte voluntariamente un poco más de lo habitual sin meterte en problemas. La vida es así, no tienes que ir a buscar problemas o desafíos, estos se presentarán de forma natural, depende de ti acogerlos y superarlos cuando se presenten.
Practica la atención completa. Cuando nos ocurre algo, tendemos a dejarnos llevar por nuestras emociones. Sin embargo, si prestamos atención, podemos despejar las aguas turbias para que la situación no parezca tan mala. Para ello, tenemos que hacer un esfuerzo por centrar nuestra atención en algo de nuestro cuerpo, como la respiración. Esto nos permite estar más tranquilos y ser más conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Rompe las reglas. A menudo, las convenciones sociales o la presión de nuestro entorno nos obligan a reaccionar con dureza, mientras que si escuchamos un poco más a nuestro corazón, nuestra sabiduría, nuestro intelecto o nuestra voluntad, podemos llegar a una solución completamente diferente. Al atrevernos a romper las reglas, podemos seguir reglas que ya no son del todo humanas, sino divinas en cierto modo.
Encuentre su musa. A veces, para hacer lo correcto, tenemos que buscar la inspiración. Pensando fuera de la caja es como mejor podemos proponer la mejor solución posible a una situación determinada. Para encontrar la inspiración, simplemente tenemos que ponernos en un contexto que nos exponga a diferentes personas o ideas de tal manera que puedan ser modelos para nosotros. Leyendo, viajando, paseando por la naturaleza o hablando con personas inspiradoras, podemos conocer nuevos modelos que nos darán nuevos y brillantes caminos que seguir.

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