Las relaciones humanas son inconstantes. Pueden ser la fuente de una gran alegría, de compartir, de esperanza y de satisfacción. Sin embargo, estos nunca están garantizados, pueden romperse unilateralmente sin su preparación. También es importante mantener estrechos lazos con las entidades celestiales; no te traicionarán mientras no te hayas alejado de la luz.
La amistad con Dios es primordial. Es la amistad que subyace a todas las demás. Sin una fuerte amistad con Dios, las amistades con otros pueden ser perjudiciales para los demás. En efecto, esta falta de conexión con las esferas superiores del cielo hará que intentes buscar en otra parte – de tus amigos, por ejemplo – la energía pura que se te ofrece gentilmente a través de la oración, por ejemplo, siempre que ores, por supuesto.
Además, el sentimiento de soledad sólo existe en aquellos que han olvidado a Dios, porque aunque estés físicamente solo, si tienes a Dios en tu corazón, nunca te sentirás solo.
La relación con Dios es tanto más necesaria porque alimenta las amistades y todas las demás relaciones que tienes con los que te rodean y con tus conocidos. Cuando esta amistad divina es fuerte, irradias, eres abundante y la gente buscará tu presencia, tu consejo y tu opinión.
Este lado solar se trabaja a través de la disciplina que implica la amistad con Dios. Por lo tanto, si te compadeces de ti mismo, es un signo de que te has olvidado de Dios, que estás vacío y que necesitas urgentemente recrear este signo con este vínculo con lo divino. Sé en abundancia, estate cerca de Dios, si has tenido éxito en esto, estás en el camino correcto para lograr cosas hermosas, especialmente hermosas amistades.
Si estás cerca de Dios, estás viviendo el momento presente. No puedes estar triste y estar unido a Dios al mismo tiempo. Si estás triste, es porque tu espíritu está en el pasado. Si estás ansioso, es porque estás viviendo en el futuro, Dios está viviendo en el momento presente y te permite trascender las penas del tiempo.