Si bien la globalización nos ha permitido observar sucesivas oleadas de enriquecimiento, también nos ha mostrado los horrores de un aumento significativo del poder adquisitivo de toda una población. Si bien es cierto que todos aspiramos a una forma de prosperidad, ésta no está exenta de consecuencias. Entre los países ricos del mundo, la clasificación del impacto del carbono per cápita es clara: el desarrollo siempre va acompañado de externalidades negativas, en este caso todo lo que tiene que ver con la contaminación.
Aunque los países ricos recurren, por supuesto, a una especie de prestidigitación trasladando sus fábricas al otro lado del mundo, los observadores no se engañan y está claro que los buques de carga de todo el mundo se dirigen hacia ellos para llevarles los productos que acabarán consumiendo.
Así que, sí, podemos afirmar que si una parte de la población mundial consume felizmente, es porque otra parte, mucho mayor, lleva una vida frugal, la que ofrece cualquier vida precaria.
Ante esta observación, ¿debemos condenar a los países ricos aunque los países pobres aspiren a llevar el mismo tipo de vida? ¿Es razonable seguir dando consejos tan contradictorios como absurdos, es decir, seguir buscando la prosperidad cuando se conocen los efectos deletéreos sobre el medio ambiente y se quiere reducir al mismo tiempo el impacto del carbono?
¿La necesidad de reconsiderar la noción de éxito?
Si ahora se acepta comúnmente que el éxito implica necesariamente el éxito financiero, ¿seguirá siendo así dentro de 50 años? ¿Cómo podemos pensar en el éxito si es a costa de la vida en la tierra y de la calidad de vida de las generaciones futuras? Por supuesto, es mucho más fácil criticar a las élites financieras cuando no se forma parte de ellas. ¿Se nos ocurriría criticar los males del capitalismo si nosotros mismos fuéramos multimillonarios? Es muy poco probable, porque no sufrimos las consecuencias directas.
¿Debemos revisar la noción de éxito y promover su nueva definición? ¿Cómo podemos hacer deseable un modo de vida que es denostado por todo el arsenal mediático y publicitario?
Cambio de patrones
Lo cierto es que mientras idolatremos a la gente que viaja en jets privados, es poco probable que cambiemos nuestro modelo de consumo y nuestras aspiraciones más profundas a gran escala. Este razonamiento no es nuevo, los romanos con Séneca ya se planteaban esta cuestión hace más de 2000 años, a saber, las incoherencias entre un discurso, unas aspiraciones y un modo de vida desfasado (en este caso, la vida opulenta de un patricio romano de su época). Hoy, este cuestionamiento es más que moral, es una cuestión de supervivencia, al menos para las próximas generaciones. Si bien es más o menos seguro que podremos seguir durante unas décadas con este estilo de vida, es más que incierto que nuestros hijos o nietos puedan disfrutar de una cuarta parte de los beneficios de un ecosistema terrestre sano.
La frugalidad no debe ser una moda, ya que se convertirá en un deber.
Más allá de la falta de consideración y empatía con nuestros hermanos en la humanidad, el consumo excesivo plantea el problema de una irresponsabilidad civilizatoria que se asemeja más a una forma de suicidio inconsciente.
Los ricos deben liderar el camino
Si los países ricos pudieron aprovecharse de su temprana industrialización (en el siglo XIX y principios del XX) y de la falta de reproches en una época en la que la cuestión medioambiental era inexistente, puede decirse que tienen una responsabilidad especial. Por un lado, son la vanguardia de un movimiento que ellos mismos iniciaron, y por otro, son los que ahora se plantean esta cuestión, dado que la industrialización ha quedado atrás y pueden ver su economía a través de un prisma globalizado, en el que parte de su contaminación está deslocalizada. Los valores y principios que afirman tener son difíciles de retomar en partes del mundo donde el desarrollo económico (y sus efectos negativos) es nada menos que sinónimo de supervivencia.
¿Cómo se piensa en un tema en un mundo en el que los actores están en diferentes niveles de la pirámide de Maslow?
Es difícil reunir a partes con objetivos opuestos. En este caso, por un lado tenemos países que necesitan contaminar porque quieren alcanzar un nivel de desarrollo comparable al de otros. Por otro lado, tenemos países que ya han alcanzado un nivel de desarrollo suficiente y que pueden frenar de alguna manera su crecimiento. Estos últimos, conscientes de que el cambio climático es un fenómeno global, es decir, que no puede ser erradicado sin la participación de todos los actores principales, es decir, los países que o bien producen masivamente para el resto del mundo, o bien albergan una gran población, o bien ya han alcanzado un nivel de desarrollo importante.
Para ser convincente, hay que ser ejemplar
El problema de esta situación es que los países ricos tendrán dificultades para convencer a los países emergentes de que se esfuercen en este ámbito cuando ellos mismos nunca lo hicieron en las primeras etapas e incluso mucho después de su industrialización. Para ser una autoridad moral, uno debe aplicarse a sí mismo lo que pide a los demás. En este ámbito, si ha de haber un cambio, es más probable que sea un país emergente o de reciente aparición el que actúe como modelo, dado que ningún país ha logrado realmente su desarrollo sin emisiones masivas de gases de efecto invernadero.