Hacer la guerra y dominar a sus vecinos griegos: ese era el estatus de los espartanos tras las Guerras del Peloponeso. Su gran rival, Atenas, había caído, y fue sin duda gracias a su modelo de vida que Esparta pudo triunfar.
Vivir como un espartano es estar satisfecho con poco aunque se tenga mucho. Los ciudadanos de la ciudad de Esparta disfrutaban de un sistema feudal en el que obtenían sus ingresos de las granjas que poseían, que eran gestionadas por no ciudadanos (hilotas). Esta situación les permitía disponer de más tiempo del que podrían haber malgastado en actividades ociosas pero intelectuales como sus vecinos atenienses.
La efervescencia artística y cultural de Atenas iba de la mano de su opulencia. En Esparta, en cambio, la prosperidad todavía rimaba con la austeridad.
El punto fuerte de los espartanos era que su sistema social les llevaba a cultivar un estilo de vida basado en los valores guerreros. No había una verdadera promoción social de los intelectuales o artistas. En esto, su sociedad era extrañamente similar a las de la Edad Media europea, donde los guerreros se ocupaban casi exclusivamente de asuntos políticos y militares. En una sociedad así, las artes son pobres, pero los ciudadanos son disciplinados y centrados. No pierden el tiempo en distracciones que les parecen inútiles. ¿Qué podemos aprender de estos luchadores frugales?
El hacer se convierte en el ser
Lo que caracteriza a los espartanos es su propensión a lo militar. Su actividad y disciplina diarias son una ilustración del verbo “hacer” que se convierte en el componente principal de su identidad. Como lo hacen, lo son. Ser ciudadano de Esparta es, ante todo, actuar y formarse como un espartano.
El tener destruye el ser
Por el contrario, hoy en día, el hacer ya no está del todo claro; estamos constantemente tentados de cultivar el tener. Pero el tener no construye realmente el ser; al contrario, el tener destruye el ser. Cuando lo hacemos, creamos la falsa impresión de ser. Así, tener una biblioteca llena de libros no nos hace cultos o poseer un buen coche no nos hace ricos. Tener es la ilusión de ser.
Sólo por el “hacer” podemos definirnos y no por el hecho de poseer, aunque sea comúnmente aceptado. Nos convertimos en lo que hacemos y perdemos lo que somos cuando el tener domina nuestros pensamientos.
Esparta nos enseña el camino de lo esencial, el de la acción. Curiosamente, es olvidándose de uno mismo en la acción como se llega a ser quien se es.