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¿Aplicar el arte de la guerra para ganar la batalla contra el cambio climático?

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El cambio climático es un fenómeno perverso, ya que las consecuencias de nuestras acciones actuales no tienen un efecto inmediato. Más bien es una especie de barril de pólvora que estamos llenando cada día y que puede explotar en cualquier momento. Todos estamos más o menos informados sobre el tema. Sin embargo, los que parecen no estar interesados suelen ser los menos afectados al final.

Esta ilusión o aplazamiento de las consecuencias graves nos quita el peso de la urgencia. Los más ancianos no tendrán que sufrir los efectos nocivos del cambio climático porque ya no estarán cuando sus impactos sean más agudos. Y hay una triste ironía: los responsables que ven truncadas sus vidas por el cambio climático no sufrirán las consecuencias de sus decisiones ni en el tiempo ni en el espacio. A excepción de Australia, el mundo desarrollado en su conjunto se verá relativamente poco afectado por el cambio climático, al menos en comparación con el mundo en desarrollo.

Es como si estuviéramos en un barco a la deriva con un capitán enfermo terminal. No le importa la suerte de los pasajeros, gobierna su barco a su antojo y no tiene especial preocupación por hundirse, su destino ya está sellado.

Sin embargo, disponemos de varias estrategias para resolver este equilibrio desigual de poder. Veamos algunos principios del Arte de la Guerra de Sun Tzu para frustrar las trampas que nos tienden.

Principio 1. La guerra es un asunto serio, no hay que comprometerse a la ligera. Hay que estar preparado en todo momento, pero sólo atacar si hay una buena razón y cuando es el momento adecuado.

Aquí debemos recordar las consecuencias del cambio climático en nuestro modo de vida y en el de nuestros hijos. Se trata de una cuestión de supervivencia, por lo que es de suma importancia. En este sentido, hay que identificar quiénes están al servicio de su causa (contribuyendo a ella con sus decisiones irresponsables en la cúspide de la jerarquía económica y política) y quiénes están trabajando para su resolución. Sabiendo lo que está en juego, no hay que dedicarse a ello a la ligera, de hecho, puede ser el negocio de toda una vida. Aquí la idea de ataque es bastante vaga. ¿Atacar qué? ¿Atacar a quién? En mi opinión, deberíamos más bien abordar las causas del cambio climático combatiendo a sus artífices por todos los medios. En este sentido, todos somos culpables en ciertos aspectos; con nuestro consumo, contribuimos a alimentar la máquina que perturba los ecosistemas. Si hay que luchar contra algo, es contra nosotros mismos y los malos hábitos que hemos adoptado.

Principio 2. Evaluar las relaciones de poder y ser perspicaz. No deje ninguna piedra sin remover. La logística, el terreno y el tiempo son importantes.

Es difícil vencer a un enemigo en su propio juego. Dado que muchas decisiones con graves consecuencias son tomadas por los dirigentes más escrupulosos, hay que prestar atención a los que trabajan por el caos climático. La estrategia de anulación de la cultura que ya existe para condenar los discursos discriminatorios debería utilizarse igualmente contra quienes perturban el clima con sus opciones políticas y económicas. Tener la capacidad de dañar la imagen de alguien sobre la base de fuentes fiables no es más que otro método para disuadirle (y a otros en el poder) de tomar decisiones con graves consecuencias.

Principio 3. El arte de la guerra es ganar sin luchar. La esencia de la guerra es la manipulación. Sé imprevisible, no desveles tus planes, pero conoce y controla los de tus adversarios. Confiar en una regla fija es perder.

Se puede decir que la mayoría de los líderes políticos y económicos han conseguido aplicar este principio a la perfección en el sentido de que nos obsesionamos con asuntos secundarios o incluso sin importancia. Las distracciones a las que nos entregamos han hecho que la masa de gente se resigne o, al menos, no tenga una dirección clara para el futuro. A gran escala, es difícil trabajar en secreto para que nuestros adversarios se rindan sin luchar. Tienen un gran interés en que la máquina funcione. No les interesa dejar que las cosas se alarguen si resultan desfavorables para ellos.

Principio 4. Atacar los planes del adversario, si no sus alianzas, y en última instancia entablar un combate físico. El mejor estratega conoce a su oponente y se conoce a sí mismo.

Para derrotar las hojas de ruta que están ahí para construirnos un futuro de catástrofes naturales y desplazamientos masivos de población, habría que ser capaz de atacarlas de raíz. Para que se desarrollen, necesitan el apoyo y la autoridad moral de quienes las aplican. Si sus acciones son desacreditadas, pueden perder el equilibrio y ceder terreno o, al menos, frenar el avance de sus acciones.

Principio 5. El tiempo es el amigo de uno y el enemigo del otro. Si el tiempo está de nuestro lado, la paciencia, el arte de dilatar, se convierte en una táctica formidable, que agota al adversario. Por otro lado, si el tiempo está en nuestra contra, debemos crear las condiciones para ganar rápidamente.

Está claro que, en el caso del cambio climático, el tiempo juega un papel desfavorable. Cuanto más tiempo permanezcamos pasivos y espectadores, más graves serán las consecuencias. En cambio, los que trabajan para destruir los ecosistemas se ven favorecidos por el tiempo. La actitud de espera juega a su favor, ya que tienen el poder y siguen actuando a su antojo en la actualidad.

Necesitamos un cambio rápido en esta dinámica: un cambio hacia acciones que inviertan esta relación con el tiempo. Recuperar la ventaja significa imponer nuestro propio ritmo, nuestro propio horario.

Principio 6. Lo que depende de nosotros es construir una defensa invencible. El éxito en la ofensiva consiste en aprovechar los puntos débiles del adversario. Ganar es ganar antes de luchar; perder es luchar antes de ganar.

Para ganar antes de luchar, hay que tener una idea clara de los posibles resultados que se pueden obtener. En el caso del cambio climático, el adversario es prácticamente todo el mundo, así que al final no es nadie. Esta dilución de la responsabilidad favorece el estancamiento. Dado que los actores del cambio climático no están claramente identificados, es difícil derrotarlos. Para vencer antes de luchar, primero hay que asegurar las posiciones. Se trata de una regla bastante difícil de aplicar en este caso, pero puede ser motivo de reflexión.

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