Un ingrediente fundamental de la felicidad, y que incluso puede valer por sí mismo, sería el progreso, real o supuesto, es decir, la sensación de que mejoramos en alguna de las dimensiones de nuestra existencia. El hecho de sentir una mejora nos da confianza y nos hace mirar positivamente al futuro. Sin avances, es difícil ser optimista. Hay muchas posibilidades de desarrollo, que pueden aplicarse al cuerpo, la mente, nuestras emociones, nuestra espiritualidad o cualquier otra dimensión de nuestra vida.
El problema es que tendemos a centrarnos en unas pocas dimensiones del progreso. Esto puede tener graves consecuencias para nuestro bienestar cuando las cosas no salen como queremos. Es comprensible que las personas que han basado su felicidad en su cuerpo desde la infancia y han ignorado el resto de su persona, se encuentren a menudo perdidas con el paso de los años, el envejecimiento y la naturaleza tienen sus límites.
Debemos ser capaces de hacer que las dimensiones de nuestro ser interactúen como vasos comunicantes. Si te ves obligado a permanecer en la cama durante meses después de un accidente, tienes que seguir buscando otro espacio de progreso sobre el que tengas control, como el intelecto. Podría muy bien aprender un nuevo idioma o iniciar un negocio en línea, esto le dará la oportunidad de experimentar satisfacción.
Así, un ser puede evolucionar a lo largo de la vida de tal manera que cultiva un aspecto importante en diferentes momentos. Sin embargo, es importante mantener un cierto equilibrio. Para seguir realizándonos y vivir de forma saludable, no debemos ignorar totalmente una de las dimensiones de nuestro ser. Por un lado, nos ponemos en peligro si perdemos el control de los otros parámetros, y por otro lado, limitamos potencialmente las otras formas de felicidad que podemos experimentar a lo largo de nuestra vida.