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El arte de la eliminación

Esencialismo

En un mundo de consumo, el verbo “eliminar” puede parecer antinómico. Sin embargo, este verbo es fuerte ya que nos aporta claridad y sencillez. La eliminación es un principio universal tanto en la naturaleza como en nuestro cuerpo: lo que comemos, lo eliminamos de forma natural. Pero los problemas surgen cuando retenemos las cosas. A nivel psíquico, la falta de eliminación conduce a un refrito de pensamientos que puede llevar a la neurosis, por ejemplo. A nivel físico, el almacenamiento de grasa o residuos en nuestro interior también es un factor de mala salud. Entonces, ¿por qué no íbamos a copiar nuestro cuerpo, dotado de una sabiduría ejemplar? ¿Qué significa hacer del verbo “eliminar” una parte importante de nuestra vida cotidiana?

El primer principio de la eliminación es el no consumo: es más fácil perder las calorías que no se han ingerido. Esto implica que debemos ser escrupulosos a la hora de elegir lo que introducimos en nuestra vida, ya sea mental o físicamente. Así, eliminar nos obliga a ser selectivos.

Ir en sentido contrario: de consumidor a productor

El segundo principio de eliminación es pensar en términos de creación y no de consumo. Se puede decir que hoy el mundo está dividido en dos grupos: consumidores y creadores/productores, siendo el segundo grupo el que realmente vive de forma emancipada. Si tomas la decisión de moldear tu cerebro para convertirte en un creador, verás el mundo de forma diferente.

Se puede decir que, en cierto modo, consumir es un acto nihilista. De hecho, el consumo excesivo puede verse como la expresión de un vacío existencial que no encuentra satisfacción. El vacío está ligado principalmente a la pérdida de sentido y sabor de la vida que intentamos ocultar con todo tipo de artificios. Qué mejor que crear para encontrar el sentido de la existencia.

Crear es manifestar una energía y difundirla a tu alrededor. Cuando estamos en un proceso creativo, ya no vemos los objetos como instrumentos destinados a darnos placer, sino como herramientas destinadas a servir a nuestra creación. La búsqueda del placer a través de los objetos es inútil porque es inagotable. Por el contrario, estar en el proceso de creación nos lleva a buscar la alegría que supone trabajar con objetos o ideas. La eliminación es una acción saludable en cualquier ciclo. Para que la energía circule de forma saludable, siempre debe haber una salida, de lo contrario se estanca y acaba por alienarnos.

El mundo estaría dividido: entre consumidores y productores. Por naturaleza, somos creadores: un niño es curioso y busca constantemente crear cosas nuevas con sus dedos. La educación, tal como la conocemos hoy, nos sitúa más bien en un papel pasivo, el de dirigir el conocimiento. Esto cambia el paradigma inicial, ya no somos productores, sino creadores. Posteriormente, nuestra profesión nos vuelve a situar en una posición de productores (de un trabajo), pero la educación que hemos recibido y el mundo en el que vivimos nos empujan a mantener una mentalidad consumista. Consumir es existir. Comprar es ser útil. Tenemos poder adquisitivo, que es ciertamente un poder, pero ¿qué pasa con los otros poderes de la existencia humana? Esta expresión da la impresión de que hemos delimitado el poder en el que debe ejercerse la vida de las personas. El consumo a través de la compra se ha convertido en la esfera mayoritaria en la que se ejerce nuestro poder. Es una forma de olvidar que tenemos muchos otros poderes, empezando por el de crear. Crear es ir más allá del modelo de “consumir y callar”.

Simplificar es una necesidad

La eliminación sería imperfecta si no fuera por otro verbo igualmente importante, simplificar. A veces no se puede eliminar algo, simplemente no es posible, y ahí es donde entra el verbo “simplificar”, que en realidad es otra expresión del verbo eliminar. De hecho, la simplificación consiste sobre todo en eliminar las tareas subyacentes. Digamos que quieres pasar menos tiempo en el transporte público cada día. No puede no tomar el transporte a su oficina (si el teletrabajo no es posible). Es de suponer que el número de pasajeros afecta a la velocidad de un transporte público: cuanta más gente haya, más lento será (más paradas, más interacciones y tiempo de espera). Así que, teniendo en cuenta este principio, decides ir a trabajar mucho antes, evitando así las aglomeraciones y sus consiguientes retrasos. También puedes negociar con tu jefe para salir antes por la noche y evitar así las aglomeraciones. A primera vista, no se trata de una solución simplificadora, ya que nada ha cambiado realmente, su recorrido seguirá siendo el mismo. En realidad, ha encontrado una solución sencilla a un problema, por lo que ha simplificado. Y sin darte cuenta, al simplificar has eliminado cosas. Has eliminado el tiempo para dormir por la mañana (para levantarte antes), has “eliminado” a las personas que formaban esa multitud diaria, has eliminado los intervalos de tiempo que te retrasaban. Si este ejemplo no le convence, aquí tiene otro. Imagina que quieres diseñar el ordenador más sencillo posible, para que pueda ser utilizado por todo el mundo, incluidas las personas mayores. ¿Qué harías con un ordenador tradicional? Lo más probable es que se encuentre más en el proceso de eliminación (teclas del teclado, iconos, pasos para realizar una acción). Con el tiempo, podría añadir cosas (una pantalla táctil, etc.). Sin embargo, al final la simplificación será más un proceso de eliminación que de adición.

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