se nos abren dos caminos
En nuestra relación con los demás, hay muy pocas situaciones en las que seamos realmente iguales. Ya sea en los negocios, en el trabajo o en las relaciones personales, existe necesariamente una ligera desigualdad que puede crecer con el tiempo. Así, en el trato con los demás podemos elegir entre dos enfoques, el de servir o el de aprovecharse.
Servir es restrictivo, ya que implica dar de sí mismo y, en última instancia, sentirse inferior. Esto es cierto si uno hace las cosas de mala gana.
Adoptar la actitud de un siervo es a menudo despreciado porque parece ser la característica de los dominados. Sin embargo, sólo en el servicio se alcanza la nobleza.
Comportarse como un aprovechado, disfrutar de las supuestas o presuntas ganancias de una determinada situación es vulgar porque cometemos el delito de actuar a sabiendas de que estamos perjudicando a la otra parte. Adoptar una postura así es indigno, probablemente también la mayoría de las veces porque apela a nuestros deseos más bajos. Además, a menudo es a través de la astucia o la mentira como conseguimos sacar provecho de una situación o, al menos, conseguir nuestros fines.
Todos somos siervos o aprovechados en diferentes momentos del día o en diferentes momentos de nuestra vida. Sin embargo, si optamos por tomar atajos y no dedicar el esfuerzo necesario, es probable que sigamos el camino del aprovechado.
Ser inteligente es una cosa, pero esta inteligencia no debe ponerse sólo al servicio de nuestro interés personal.
Ser un servidor es, literalmente, hacer una contribución a la vida de las personas y no tomar sus riquezas, sean materiales o no.