Gao Xingjian (chino: 高行健; pinyin: Gāo Xíngjiàn), nacido el 4 de enero de 1940 en Ganzhou (China), es un escritor, dramaturgo, director y pintor francés nacido en China que ganó el Premio Nobel de Literatura en 2000
¿Viajar es descubrir o descubrirse a sí mismo?
Probablemente ambas cosas, o más bien es la promesa de descubrir el mundo cuando al final es sólo uno mismo el que se descubre. Por esta observación, es inútil fijarse objetivos durante el viaje, es mejor dejarse llevar por los encuentros y las visitas. Un viajero que tiene la sabiduría de no precipitarse sabe que todo llega en el momento adecuado. Cuando te fijas un objetivo, limitas el potencial de descubrimiento que ofrece el viaje. Dado que seremos diferentes a lo largo de nuestro viaje, es ilusorio fijar una meta.
Un viajero sincero no es un conquistador, sólo desea conquistarse a sí mismo. Es en el encuentro con el mundo y con los demás donde tomará conciencia de su verdadera naturaleza. El mundo es para él un patio de recreo, no un coto de caza. Cultiva su frescura de miras al no dejarse influir por ideas preconcebidas o juicios precipitados. Un objetivo nos impide ver las cosas como son. Nuestro afán de superación se convierte en un intermitente que estrecha nuestra visión y a veces paraliza los posibles avances. El verdadero viajero es el que es humilde en cierto modo, es decir, no pretende conocer de antemano el verdadero objeto de su viaje, lo acabará conociendo tarde o temprano y por eso no se precipita.
Sin embargo, no hay que atenerse a la imagen de un barco a la deriva, sin timón: el viaje no es un vagabundeo. Es más bien como una bola de pinball que rebota en los obstáculos que se nos presentan, al igual que podemos aprovechar una oportunidad de aprendizaje en nuestro viaje.
El viaje es como conocer a tu mujer o marido, si tienes claras tus intenciones de antemano. Esto puede romper parte de la magia e impedirnos ver a la persona tal y como es, si no es a través del prisma de nuestros propios deseos.
Un país o una región es, en definitiva, como un ser humano con una lengua, una cultura, un temperamento y un modo de vida. Para sentirnos cómodos con alguien que podría ser nuestro amigo, no debemos intentar utilizarlo antes de haberlo conocido. Esto puede hacer descarrilar la relación antes de que haya comenzado con esa persona.
Contra-argumento a la recomendación del autor
Me dirás, pero ¿viajar sin una meta no es un objetivo en sí mismo? Me veo obligado a decir que sí. De hecho, no intentar tener un objetivo es un objetivo.
Es bastante difícil eliminar todos los deseos, que es quizás lo que más nos caracteriza como seres humanos. Así que yo sería de la opinión contraria, que deberíamos tener un objetivo, que puede ser una forma de pretexto. A menudo, sin una razón válida, simplemente no viajamos. Por ejemplo, si uno decide ir a Nueva Zelanda durante unos meses para aprender inglés, esto puede justificar los esfuerzos y los costes que conlleva este viaje. Uno puede ir con la idea A y luego descubrir la idea B que es mucho más grande que la primera. En este caso, viajar a Nueva Zelanda podría generar la idea B de mudarse allí porque la naturaleza es impresionante.
En mi opinión, es imposible deshacerse de un deseo en cualquier empresa. Incluso diría que es necesario tener un pretexto o al menos un objetivo incierto cuando se viaja, eso lo hace mucho más razonable y es más fácil contar con el consentimiento de los seres queridos a la hora de emprender un proyecto de este tipo. Viajar sin un objetivo es un ideal, al igual que vivir sin deseos para los budistas. La sed de descubrimiento siempre estará latente para el viajero que pretende hacerlo sin una meta. En mi opinión, el deseo es un ingrediente esencial de la acción. Sin ningún deseo, no habría justificación para viajar a miles de kilómetros de casa. El deseo es necesario para que el ser humano se ponga en movimiento, al igual que un objeto necesita una fuerza para hacer lo mismo según los principios de la física newtoniana.
Por tanto, me inclino por contradecir la recomendación de Gao Xingjian. Así que yo diría que te equivocas, que cometes el error de empezar con una idea en mente cuando te encuentras, para tu sorpresa, que descubres algo totalmente diferente. También te diría que no intentes planificar todo en un viaje, tienes que dejar espacio para lo inesperado y para la serendipia. No pasa nada por cometer errores, viajar te hará más humilde y tu experiencia de viaje te hará comprender que es inútil intentar controlarlo todo. Con el tiempo, es posible que te vuelvas más filosófico y veas los viajes más como una máquina de pinball por la que te deslizas y, en última instancia, no tienes tanto control como crees. Los viajes son una gran metáfora de la vida. Si supieras viajar, sabrías vivir mejor. Además, hay varias formas de viajar, una a través de los sentidos (el viaje tal y como lo conocemos, que implica mover el cuerpo), la otra a través de la imaginación o el intelecto (los libros o los sueños son muy buenos ejemplos). En mi opinión, los viajes sensoriales e intelectuales se influyen mutuamente y deben cultivarse al máximo para que cada uno pueda profundizar a su manera.