No es fácil evitar el juego de las comparaciones cuando nos reunimos con amigos o hablamos con compañeros de trabajo. Todos estamos en una carrera, pero no queremos cruzar la misma línea de meta. Normalmente son nuestros valores los que guían nuestro camino y nos indican qué ruta tomar. Los valores cambian con el tiempo, están influidos por diversos factores. Al final, lo que llegamos a ser suele ser predecible; son sobre todo nuestros valores los que marcan un rumbo del que es difícil desviarse.
Rumbo y viento
Si decides adoptar una serie de principios, esto te da un rumbo como el de un barco, en el que el mar representa la vida y el viento y las olas los obstáculos que puedes encontrar. Cuando conozcas a gente nueva, puede que tus creencias se tambaleen un poco.
Influencias sucesivas
La necesidad de salir del capullo familiar nos expone a una multitud de influencias que pueden resultar interferentes en nuestra elección de valores. Hay una oportunidad para reafirmar nuestros propios principios en el encuentro con la alteridad. Sin embargo, también es posible ceder a ciertas tendencias. Para evitarlo, conviene recordar regularmente los principios según los cuales nos comprometemos a vivir.
El marco de referencia implica una jerarquía
Cuando nos enfrentamos a otros, nos damos cuenta de la diferencia en la prioridad de nuestros valores. Esto en sí mismo no es grave, es lo que nos hace únicos. Para dar más importancia a un valor concreto, debemos necesariamente descuidar otro aspecto de nuestra vida. Así que si aprecias la libertad más que nada, tiene sentido perder un poco de un valor opuesto como la seguridad.
Dos personas con valores opuestos no pueden aconsejarse mutuamente
Es inútil pedir consejo a personas que siguen un camino diferente. Es inevitable que te surjan ideas que no se corresponden con el camino que has elegido. Es mucho mejor abstenerse de preguntar y encontrar una solución en los libros o en las pocas personas que abrazan la misma jerarquía de valores.
Un poco de soledad nunca viene mal para hacer balance
Estar demasiado inmerso en una multitud de personas, ya sea en la escuela, en el trabajo o en cualquier otro lugar, puede llevar a desarrollar los mismos deseos que las personas con las que te relacionas. Por eso es necesario dar un paso atrás y distinguir entre los deseos que has desarrollado aquellos que son en realidad el resultado de una simple influencia y del deseo de pertenecer a un grupo.
Los valores se materializan en la acción
Si los valores nacen en la mente y el corazón, es a través de la acción como toman forma. Alguien que tiene una comprensión imperfecta de sus valores puede actuar de forma incoherente con las ideas que sostiene. La mejor manera de ver nuestro compromiso con nuestros valores y objetivos es simplemente observar el alcance de nuestras acciones y medirlas con respecto a nuestros valores. La brecha entre estos dos aspectos es nuestro margen de mejora.
Asimilar y practicar un valor a la vez
Un solo valor puede tener consecuencias colaterales positivas si se aplica. Por ejemplo, si decides dejar de mentir, desarrollarás tu honestidad. Es difícil encarnar varios valores nuevos a la vez. Es más sabio y eficaz construir su marco de valores gradualmente. Al leer, reflexionar y actuar con un valor elegido, te vuelves más capaz de dejar que impregne todo tu ser y tu alma.
Tener en cuenta los comentarios de nuestros mentores
Algunas personas tienen más influencia en nosotros que otras porque encarnan los valores que queremos desarrollar. Si son personas que conocemos, conviene observarlas y escuchar con atención las críticas que puedan hacernos. Por otro lado, si no tenemos la suerte de estar cerca de estas personas porque son famosas, podemos decidir leer o seguir los detalles de sus vidas, especialmente leyendo sus biografías y entrevistas para hacernos una idea más concreta de su espíritu. Tener en mente algunas anécdotas concretas sobre las difíciles elecciones que tuvieron que hacer es una baza definitiva para nuestra toma de decisiones.
Un valor puede ser suficiente a veces
Como hay valores cardinales, es decir, los que dan lugar a otros, a veces basta con concentrar todos nuestros esfuerzos en uno de ellos. Si decides hacer de la fe o de la búsqueda de la verdad el valor central de tu vida, cosecharás los consiguientes beneficios que conlleva. Es mejor tener un valor cardinal sólidamente asimilado que 10 valores no cardinales imperfectamente asimilados.
Si no puedes controlar tus pensamientos, controla tus acciones
Como no es fácil tener claros los valores de uno, es buena idea establecer un límite aceptable que uno se compromete a no sobrepasar. Al elegir deliberadamente no hacer algo, encarnas el valor opuesto asociado a esa acción.
El poder del hábito
Si consigues definir unos hábitos saludables, te ayudarán a evitar caer en las trampas. Dado que tu tiempo y tu energía son limitados, si te propones cada día hacer algo bueno para ti y para el mundo, limitas mecánicamente el tiempo y la energía que podrías utilizar para perjudicarte a ti mismo o a los demás.
Un poco de admiración nunca viene mal al principio
Si no tienes muy claros los valores, pero has identificado a personas que te resultan inspiradoras. No es malo en sí mismo desarrollar una forma de admiración (sólo al principio), ya que podrás captar algunos de los valores que disfrutan. Esto funcionará un poco como la chispa de un motor. Después, es necesario desprenderse de estas personas y seguir tu propio camino cuando estos valores estén suficientemente anclados en ti. De lo contrario, se corre el riesgo de convertirlos en ídolos y creer que las cualidades que poseen son inalcanzables.