Del sánscrito गुरू, gurū, que significa “maestro”, “profesor” o, literalmente, “el que disipa la oscuridad”.
El término ha adquirido posteriormente una connotación negativa y puede asociarse de facto a la idea de charlatanería o impostor. Sin embargo, un gurú era originalmente sólo un guía en el camino espiritual. Hoy en día, tiene un significado más amplio ya que se aplica a todos los campos del conocimiento secular, designando a un experto en su campo.
Nos guste o no, todos tenemos que desempeñar el papel de modelo en nuestras vidas, ya sea un hermano mayor, un padre, un profesor, etc.
Sin tener un papel claramente definido que nos dé autoridad, nuestra experiencia puede ser un valioso material didáctico para los demás. Es desagradable que alguien nos dé lecciones o nos aconseje sobre algo sin que se lo hayamos pedido. Por eso la mejor enseñanza que se puede hacer es con el ejemplo, sin ninguna pretensión. A través de tu trabajo y tu compromiso con un determinado resultado, llegarás a crear una habilidad en la disciplina que elijas. Una vez adquirida esta capacidad, es posible que se le pidan preguntas o consejos para mejorar los resultados de otros en el mismo campo. Por lo tanto, es inútil e improductivo predicar sin haber hecho propio el conocimiento. El primer paso para convertirse en gurú es la autodisciplina, que a menudo implica años de trabajo en la sombra.
Asumir el papel de experto se gana y supone ayudar a otros que siguen el mismo camino. La enseñanza o la tutoría es una parte integral de ser un experto en la búsqueda de la excelencia. Implica tener un conocimiento profundo de una disciplina, que se manifiesta en la capacidad de replantear ideas y conceptos de forma sencilla y concisa, la mayoría de las veces.
Ser un gurú es simplemente el deseo de ser mejor en un tema en particular y luego poder ayudar a una comunidad. Esto está profundamente arraigado en nosotros, ya que así es como se ha enseñado el conocimiento durante la mayor parte de la historia de la humanidad.