No elegimos a nuestros padres biológicos, pero podemos elegir a las personas que tomamos como padres de conciencia.
El azar o el destino nos ha unido genéticamente con personas que resultan ser diferentes a nosotros. Los profundos antagonismos que pueden surgir entre hijos y padres no son neutrales. Resultan ser un proceso de aprendizaje mutuo a través del conflicto. Tus padres aprenden de ti a veces incluso más que tú de ellos. Nuestras almas no tienen todas la misma edad, por eso no es raro tener hijos más sabios y conscientes que nosotros. Por supuesto que no hay que invertir los papeles, un padre sigue siendo un padre, sin embargo hay que saber reconocer el valor de nuestros seres queridos, nos hace más humildes y útiles.
¿Qué sucede cuando finalmente nos encontramos más maduros que nuestros propios padres?
Entonces es necesario ir en busca de uno o varios padres espirituales. Nos ayudarán a progresar mostrándonos un camino más exigente.
Si no tenemos este enfoque, corremos el riesgo de limitar nuestro propio desarrollo. Tener un entorno inmaduro, en cierto modo, nos impide desarrollar nuestro potencial. Las personas que no pueden ver y reconocer nuestro verdadero valor tenderán a denigrarlo e incluso a aniquilarlo. Por eso es importante encontrar un entorno que nos permita expresarnos plenamente y así liberarnos de un posible yugo que es fuente de frustración e incomprensión.
La escuela desempeña cada vez menos un papel emancipador. Las normas rígidas y la enseñanza indiferenciada no permiten que florezcan las semillas de nuestra autenticidad. Muy a menudo, el padre espiritual potencial se encuentra en otra parte, aunque es cierto que a veces los profesores excepcionales pueden desempeñar este papel. La búsqueda de la paternidad puede ser un asunto de toda la vida. Puede ser por un encuentro casual, por el boca a boca, que encontremos a la persona que puede desarrollar nuestro potencial espiritual. No es raro pasar por varios maestros antes de encontrar el que realmente nos conviene.
Esta búsqueda rara vez es en vano, siempre que no dejemos de buscar. A veces, mientras no se haya encontrado a la persona encarnada que pueda servir de guía, se puede conectar a través de los libros con espíritus iluminados del pasado. Esta búsqueda de un modelo a seguir ha sido muy mal utilizada hoy en día, ya que los jóvenes buscan a los influencers como personas a las que pueden emular. No hay un verdadero progreso moral si la relación resulta ser mercantil. Los influenciadores que se improvisan a sí mismos como gurús no suelen preocuparse por el progreso moral y espiritual de su comunidad, aunque tengan un talento innegable. Una buena intención y una verdadera benevolencia deben guiar el enfoque de los que hablan a las multitudes, sobre todo porque esta actividad es su profesión.
Sin progreso moral y espiritual, la influencia es idolatría, no enseñanza.