Imagine que se ha inscrito en una carrera de cualquier tipo, ya sea atletismo, judo, boxeo o fútbol. En principio, si eres una persona normal, querrías conseguir el oro y punto. Luego están los que son más realistas o tímidos y sólo aspiran a estar en el podio. De ninguna manera quieren ganar el oro, la plata y el bronce, no tiene sentido. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchos de nosotros queremos ocupar todos los puestos del podio, tener nuestro pastel y comérnoslo también. Al hacerlo, infringimos una ley fundamental, la que dice que no puedes tener aquello por lo que no te has sacrificado. Es sacrificando el deseo de plata o bronce como se puede aspirar a conseguir el oro. Quien no quiere sacrificarse está infringiendo una ley universal, la que establece que todo tiene un precio y que en la vida no se obtiene algo a cambio de nada.
Por querer tener oro y bronce, se pierde el oro
No se puede exagerar el valor del compromiso: no podemos lograr nuestros objetivos si no les prestamos toda nuestra atención. Por ejemplo, si uno aspira a ser médico, no puede estudiar para convertirse en astronauta al mismo tiempo. Al seguir ambos caminos al mismo tiempo, estamos destinados a lograr ninguno de los dos. Es por eso que es necesario reconocer el verdadero valor de nuestros objetivos, dedicando nuestro compromiso absoluto a uno solo.
En pocas palabras, no todo lo que deseamos poseer es de igual valor. Debemos examinar nuestras ambiciones y aspiraciones y descifrar cuáles son de valor real para cumplir de la manera más efectiva. Al dedicar toda nuestra atención a esa tarea, podemos hacer realidad nuestras ambiciones y hacer realidad nuestras aspiraciones.
Esto plantea una lección importante: debemos aprovechar nuestro enfoque y atención cuidadosamente, evaluando el valor inherente y la importancia de nuestras acciones. Esto no significa que no debamos perseguir una amplia gama de objetivos y aspiraciones, sino que debemos diferenciar entre los dos y priorizar cuáles son los más alcanzables y realistas.
Del mismo modo, debemos elegir sabiamente cómo gastamos nuestro tiempo. No podemos perseguir dos liebres a la vez; no podemos estar en dos lugares al mismo tiempo. Para llevar nuestras aspiraciones a la vida, debemos seleccionar sabiamente nuestros compromisos. Al reconocer el verdadero valor de nuestros objetivos, podemos cumplir nuestras ambiciones de la manera más efectiva.
En última instancia, es esencial reconocer los méritos del máximo compromiso y comprender que si deseamos tener éxito, debemos dedicarnos a un camino. Todo es accesible para nosotros, pero no todo es alcanzable. Con esto en mente, podemos llevar nuestros objetivos a buen término, centrándonos en una ambición a la vez y aprovechando nuestro compromiso al máximo.
Al hacerlo, podemos hacer realidad nuestros sueños.
Desintoxicarse de esta mala mentalidad
La sociedad de consumo ha pervertido a sus hijos. Les ha hecho creer que todo se puede comprar siempre que se tenga el dinero. El problema es que esta ley no es aplicable fuera del mundo del consumo. Si eres multimillonario, probablemente tengas la capacidad de apropiarte de toda la riqueza material, así que no hay techo para la riqueza financiera. Sin embargo, cuando se trata de riqueza puramente humana, hay un techo. Tienes un suministro limitado de amabilidad, atención, energía, paciencia, por ejemplo. No puedes conocer íntimamente a más de 150 (el número de Dunbar) personas, tu cerebro humano no está programado para eso. Así que las leyes financieras no siguen las leyes humanas. La evolución biológica es infinitamente más lenta que la tecnológica. Al vivir en un mundo cada vez más tecnológico, creemos que obedecemos las mismas leyes. Este no es el caso. Un niño que ha sido adoptado por una manada de lobos nunca volverá a ser el mismo si piensa que vive con sus congéneres.