Piensa como un jugador de ajedrez
La pérdida de sentido hace que nos vayamos en todas las direcciones o que nos quedemos en tierra. La crisis sanitaria mundial ha puesto de manifiesto el nihilismo que consume nuestras vidas. Para algunos, el bienestar da la ilusión de un mundo que continúa, sin sospechar que el próximo mundo será muy diferente. Para los que no han vivido la crisis en sus carnes, hay dos escenarios: aquellos cuyas vidas son resilientes o incluso antifrágiles (un concepto desarrollado por Nassim Taleb en su libro homónimo) y aquellos cuyo sufrimiento por la crisis se pospondrá hasta más adelante, sobre todo en su aspecto económico.
Una crisis con tres caras: una crisis sanitaria que genera una crisis económica que a su vez genera una crisis de sentido. Desafían las certezas sobre las que se había construido nuestra vida hasta entonces. Nos obligan a pensar en el mundo de forma diferente, al tiempo que reconocen un cambio de vida que para algunos será irreversible. La creencia de que el progreso sigue una curva lineal que puede unirse como un tren atrapado en medio de la carretera es falsa. El progreso sólo es posible a través del colapso de parte de lo existente, en palabras de Schumpeter y su famosa destrucción creativa. El crecimiento económico funciona en fases sucesivas de expansión y contracción. La globalización del crecimiento genera riqueza mundial gracias al aumento de la productividad. Sin embargo, otra globalización pende siempre sobre nuestras cabezas, como una espada de Damocles, es a veces la globalización de la destrucción creativa y a veces la globalización de la crisis, ya sea económica, sanitaria o moral.
Ser resiliente en un mundo globalizado es desarrollarse de tal manera que nos beneficiemos de las ventajas de la globalización del crecimiento al tiempo que somos impermeables a los males de la destrucción. Es en sí mismo cultivar una forma de contradicción que no es antinómica. La resiliencia reside en la capacidad de sacar fuerzas de la globalización y de la antiglobalización. Por ejemplo, significa poder comerciar con clientes internacionales y locales, prestar servicios o productos que sean a la vez virtuales y reales, dar a los clientes la posibilidad de pagar en efectivo, en activos o incluso en monedas basadas en la tecnología blockchain.
La crisis actual ha puesto finalmente de manifiesto la necesidad de diversificar nuestra actividad para poder recuperarnos rápidamente como un ejército en marcha que dispone de infantería, artillería y caballería para poder hacer frente a todo tipo de enemigos.
La crisis actual es de especialización y monoactividad. Ser resiliente es ir uno o más pasos por delante para poder contrarrestar los malos tiempos temporales o permanentes.