Las malas decisiones que tomamos en nuestra vida se deben a miedo, avaricia o sensualidad, en resumen, a falta de sabiduría. Retrospectivamente, las decisiones que hemos tomado mal siempre han sido justificadas por una de estas tres cosas. Por eso, para optimizar la toma de decisiones, es recomendable simplemente invertir en tu propia sabiduría.
La suerte favorece al sabio iluminado.
A menudo se dice que la suerte favorece a la mente preparada. En realidad, la verdadera suerte favorece a los sabios, porque son mentes que se han preparado para lo mejor. Por eso, a veces uno puede sentir que una persona perdió una oportunidad cuando, de hecho, si esa persona es sabia, hizo bien en dejar pasar esa aparente oportunidad. Un sabio es alguien que ha realizado la verdad divina, lo que podríamos llamar luz. Todo lo que hace después es buscar la luz afuera o tratar de consagrar lugares y espacios para hacerlos ellos mismos llenos de luz divina.
Invertir en el camino espiritual.
El camino espiritual tiene como objetivo alejarse gradualmente de los tres males que obstaculizan tu progreso: miedo, avaricia y sensualidad. No todos partimos del mismo punto; algunos tendrán más trabajo que otros. Esto se debe a nuestras experiencias y vidas pasadas. Además, este mismo karma puede tener un impacto directo en tu lugar de nacimiento y las condiciones en las que fuiste rodeado y educado (el nivel espiritual de tus parientes, un entorno favorable o no para la espiritualidad, etc.).
Superar el miedo.
El coraje es actuar a pesar del miedo. La sabiduría es perder la noción del miedo. ¿Cómo liberarse del miedo incluso siendo una emoción que nos ha acompañado toda la vida? Un primer paso hacia la ausencia de miedo sería superar el miedo a través de la práctica diligente del coraje. El coraje no elimina completamente el miedo, pero lo domina y al final lo vuelve insignificante.
El camino de la ausencia de miedo.
Para ir más allá en la superación del miedo, el coraje no es suficiente. Uno debe sumergirse en la armonía. Esta armonía debe impregnar tu corazón, tu alma, todo tu ser para que el miedo ya no pueda tocarte. La armonía se encuentra en la naturaleza o en presencia de sabios que ya han alcanzado la armonía dentro de ellos mismos. La ausencia de miedo implica haber comprendido una cierta cantidad de verdades porque el miedo encuentra su origen principalmente en la ignorancia.
Perder la avaricia.
El mundo tiene lo suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de todos. – Mahatma Gandhi
La avaricia es un pozo sin fondo que solo se puede llenar con sabiduría. La avaricia es la actitud de comprar sin restricciones y de indulgencia sin saciedad. Es la plaga de nuestro mundo y solo encuentra una solución en el hábito de la restricción, la frugalidad o una forma de ascetismo, y por supuesto, en la práctica de la generosidad. Empezamos a tener suficiente cuando nuestros corazones están suficientemente llenos como para poder comenzar a dar. Es al aprender a dar que aprendemos a combatir la avaricia. Por lo tanto, es mediante una actitud generosa que uno puede liberarse de este mal rasgo. De hecho, a menudo son las personas más humildes las que pueden demostrar una gran generosidad.
Librarse de la sensualidad.
Nuestro mundo es lascivo. Los deseos sensuales se despiertan principalmente porque permiten vender y así manipularnos. Superar la sensualidad implica cierto retiro, incluso una forma de ascetismo. Esto puede llevar al aislamiento, la soledad, el ayuno o evitar la exposición a ideas o contenido que evocan sensualidad en nosotros.
¿Cómo elevarse espiritualmente?
Naciste con un potencial espiritual, pero dependiendo de dónde crezcas, puedes ignorar esta dimensión de tu vida. Las personas más afortunadas nacerán en una familia espiritual, es decir, una familia que brinde espacio para cultivar la luz divina presente en cada uno de nosotros. Si una persona no tiene esta suerte, tendrá que darse cuenta de esta dimensión más tarde en la vida.
Embarcarse en la búsqueda de su dimensión espiritual.
Hay un proceso para elevar tu dimensión espiritual. Ocurre en etapas e implica acercarse primero a personas o lugares con un alto nivel pránico, luego aprender a santificar los espacios que visitas y finalmente practicar esta santificación donde quiera que vayas.
Busca lugares con un alto grado de prana.
En tu viaje iniciático, deberás acercarte a lugares y personas con un alto nivel energético, lo que se llama prana en sánscrito. Prana es energía espiritual y está distribuida de manera desigual en todo el mundo. Depende de varios factores, el primero es natural (geología del lugar, tipos de piedras presentes, actividad telúrica y atmosférica, presencia de vegetación y animales, etc.), el segundo es humano y espiritual (presencia de personas iluminadas que han viajado a los lugares en cuestión, presencia de una comunidad de personas con un alto grado de práctica espiritual, presencia de templos, etc.). Una vez que se identifica un lugar como espiritualmente elevado, es importante quedarse el tiempo suficiente para sumergirse en su energía para que impregne todo tu ser. Es como cuando te quedas afuera bajo la lluvia, terminas empapado. En términos de prana, debes hacer lo mismo para estar completamente energizado.
Aprender a santificar.
El segundo paso es aprender a santificar con un maestro iluminado. Conocer a una persona así puede corresponder al paso anterior. Aprender la purificación lleva más tiempo y requiere técnicas que uno no podría inventar solo a menos que ya haya sido iniciado en una vida pasada. Es un viaje iniciático en el que llevarás a cabo una práctica deliberada bajo la guía de un sabio que ya ha alcanzado esta habilidad de santificación. El proceso puede ser largo, y necesitarás ser paciente y perseverante para adquirir esta nueva capacidad.
Y consagrar los lugares donde estás.
Una vez que hayas completado tu aprendizaje, deberás convertirte en un relé de santificación, lo que te obligará a viajar y encontrar un espacio donde concentrarás tu energía mística. Esto puede implicar que personas te sigan en este proyecto y se conviertan en tus aprendices en la santificación.
