Las normas morales, filosóficas o religiosas que pueden parecer rígidas a primera vista tienen una finalidad: ponernos en el buen camino.
La exigencia de seguir convenciones que a veces parecen anacrónicas, arcaicas o incluso simplemente absurdas, es igualmente importante. La idea es transformar el ser mediante la obediencia a un marco. Lo importante no es tanto el logro de un resultado como la transformación interior necesaria para llegar a él.
Este principio se aplica a todas las cosas: no importa lo que emprendas, siempre que te propongas alcanzar un resultado específico y ambicioso, deberías cosechar los beneficios de un ennoblecimiento de tus cualidades interiores. Siempre y cuando hayas hecho todo lo posible.
El marco no debe experimentarse como una manta de plomo que impide respirar. Es más bien una plataforma de lanzamiento que te envía a la cima de tus cualidades morales.
Por ejemplo, el esfuerzo necesario para vivir como vegano requiere una cierta idea de abnegación y organización. La contrapartida es que podrás vivir en congruencia con la idea de respeto a la condición animal. La aparente privación del placer gustativo de la carne va acompañada de una mayor satisfacción personal, una coherencia e incluso una armonía entre tus ideas y tus acciones.