Nuestra infancia suele ser el lugar donde se establece una relación de amor condicional entre el niño y el progenitor. En esta configuración, el niño sólo recibe amor si se comporta de una determinada manera según los criterios del progenitor en cuestión. Como el niño es frágil y vulnerable, no tiene ninguna opción real de entrar o no en este juego; su supervivencia material y emocional depende de ello. A partir de ese momento, el niño cae en la trampa de la seducción: para ser amado, debe complacer una y otra vez.
La trampa se cierra
Probablemente el niño no es consciente de ello, pero si mantiene esta actitud, será esclavo de la mirada de los demás toda su vida. Si no cuestiona el paradigma de la seducción, toda su vida dependerá del juicio de los demás. Su felicidad estará condicionada por la buena voluntad de las personas que le rodean.
Razón y emoción
Haber carecido de atención y amor cuando éramos jóvenes nos hace más vulnerables al mundo de los adultos. Sin embargo, tarde o temprano tendremos que deshacernos de esa tendencia a querer agradar a los demás a riesgo de estar insatisfechos toda la vida. Esencialmente, para ser feliz, tienes que satisfacer tus propios deseos. Hay que ser egoísta y tomar decisiones racionales y evitar poner en juego demasiadas emociones. La emoción puede ser mala en el sentido de que te obliga a tomar decisiones rápidamente y rara vez es lo correcto.
Tu vida es tuya
Puede que tus padres hayan decidido tener un hijo porque tenían grandes planes para ti, pero tu vida es tuya y no debes dejar que otros decidan lo que es correcto para ti.
Si quieres complacer a alguien habrá dos desafortunados
Pronto te darás cuenta de que, intentes lo que intentes, la gente nunca estará satisfecha. Tú serás infeliz y la persona a la que intentas complacer también se sentirá decepcionada. Así que no es una buena apuesta jugarse la felicidad de los demás intentando complacerlos.
La felicidad empieza por uno mismo
Si consigues ser feliz tú mismo, hay muchas más posibilidades de que lo sean los que te rodean. Tanto la felicidad como la infelicidad son comunicativas.
El mundo del trabajo
Hay un ámbito en el que la seducción puede desempeñar un papel importante. Es tu lugar de trabajo. Algunas personas brillan por sus habilidades y otras se esfuerzan por quedar bien con todo el mundo, empezando por las personas con poder en la empresa. Ésta puede ser una estrategia ganadora. Las personas con una gran inteligencia extrapersonal tienden a ascender más rápidamente en la jerarquía empresarial. Sin embargo, basar una carrera exclusivamente en tu capacidad de agradar te expone a varios peligros en caso de cambio de dirección, por ejemplo, que pondrá más énfasis en los resultados tangibles.
Ser simpático no es la única forma de ganar influencia
Si quieres ganar influencia, ya sea en el lugar de trabajo o en cualquier otro sitio, existen otras 5 palancas poderosas además de la simpatía para lograr tus objetivos. Según Robert Cialdini, en su libro “Influencia y manipulación”, afirma que la autoridad, la reciprocidad, el compromiso/consistencia, la escasez y la prueba social pueden jugar a tu favor. He aquí algunas ideas que puedes utilizar para mejorar tu influencia en tu vida personal y/o profesional:
– autoridad: adquiere títulos de universidades o escuelas de prestigio. Consigue títulos: doctor, máster, etc.
– Prueba social: mejora la calidad de tus amigos y esto tendrá un efecto de bola de nieve en el tipo de personas que puedes conocer más adelante.
– Rareza: consigue habilidades raras. Ten un activo que poca gente tenga para destacar.
– reciprocidad: acostúmbrate a tener una actitud hacia los demás que refleje lo que te gustaría recibir de ellos
– compromiso / coherencia: intenta conseguir pequeños compromisos de la gente que te gusta para que luego se comprometan a cosas mayores.
