Si un día tuviera que contar su vida a sus nietos, ¿qué les diría? O, si tuviera que comparecer ante toda la humanidad un día en el ocaso de su vida, ¿qué destacaría? Y si eres creyente, ¿qué diálogo interior tienes con Dios y por qué hiciste lo que hiciste cada día?
El destino rara vez sigue una línea recta. Cuando miramos hacia atrás, tratamos de encontrar el hilo conductor para encontrar la coherencia y poder justificar nuestras elecciones. Si en lugar de escribir retrospectivamente, ¿por qué no tomar la decisión consciente de escribir tu vida como una novela para que cada día sea un capítulo épico? Para ello, debes ser capaz de definir los valores por los que quieres vivir.
A continuación, estos valores deben ponerse en práctica inmediatamente para que puedan encarnarse claramente en la vida cotidiana.
La dificultad es esencial para transformar lo que somos, como las corrientes que pulen los guijarros de un río. Nuestra fuerza de voluntad es limitada cada día, por lo que no podemos sobrecargarnos con cada reto que se nos presente. Sin embargo, una parte de esta fuerza de voluntad debe destinarse regularmente a superar el miedo que sentimos cuando nos sentimos aprensivos ante un reto o un peligro. Esta ansiedad es doble, no se trata sólo del peligro en sí, sino también del miedo a la transformación y la incertidumbre de convertirse en la persona que será al final de la prueba.
Crecer, madurar, evolucionar, fortalecerse: todo ello representa un esfuerzo y una asunción de riesgos. La pereza o la búsqueda absoluta de la comodidad nos empuja a alejarnos de la dificultad. Sin embargo, cuanto más rechazamos estos retos que se nos ponen en el camino, más atrofiamos nuestra identidad y más inseguridad se convierte en nuestra compañera de viaje.
Escribir la propia leyenda es optar por tomar un papel proactivo en la propia vida guiándose por un valor fuerte que nos inspira o rigiéndose por la búsqueda de la presencia divina para ser un servidor de ella.
La importancia de aprovechar tu fuente
La idea de este enfoque es que en realidad es parcialmente inconsciente. Todos tenemos un potencial dentro de nosotros que está esperando a ser expresado siempre que evitemos las trampas del conformismo. Escribir tu leyenda es estar directamente conectado con su fuente y poder expresarla a diario. Es sencillo, lo que somos en el fondo es lo que más amamos. Para escribir su leyenda, hay que saber ser el mejor en un campo y para ello hay que trabajar con pasión e incluso exaltación.
No caigas en la trampa de la vanidad
Es cierto que el título es evocador, suena como si tuviéramos que ser el promotor de nuestra propia vida para llamar la atención. En realidad, lo que controlamos son nuestras acciones y nuestra conexión con nuestra fuente (y el universo). La leyenda la escriben otros para nosotros. No tenemos ningún control sobre lo que la gente dirá o pensará de nosotros, así que es mejor no detenerse en estas consideraciones y poner el corazón y el alma en nuestro trabajo e ignorar el resto.
Mantener un enfoque “humano” y un espíritu de mejora continua
Si haces demasiado hoy, te arriesgas a comprometer tu productividad mañana. Para ser eficaz a largo plazo, hay que mantener un esfuerzo constante que no socave los esfuerzos futuros. Si vas a realizar un viaje largo a pie o a caballo, debes adoptar un ritmo razonable y no ir a gran velocidad, ya que corres el riesgo de dañar tus articulaciones o músculos de tal manera que tú o tu caballo tengáis que parar durante varios días.
Por supuesto, me dirán que una leyenda se construye a partir de una hazaña, como la de un general del ejército que consigue una victoria flamígera o la de un futbolista que causa sensación al marcar tres goles en la final de una competición. Es cierto que las leyendas se mezclan con una forma de garbo y asombro. Sin embargo, las cualidades necesarias para hacer posible estos momentos se asemejan más a la regularidad con la que trabaja un artesano cada día que a la agilidad con la que parecen estar dotados todos los superhéroes de los cómics.
No más comparaciones
Lo que puede cortar de raíz tu capacidad de escribir tu leyenda, o no, es el deseo de compararte siempre. ¡Dejemos eso! Cuando nos comparamos, buscamos fuera las respuestas que deberíamos encontrar dentro. Por supuesto, es necesario saber lo que hace la competencia, pero recuerda que la clave del problema es la expresión de nuestra fuente. Esto requiere ignorar a los demás o, al menos, observar sin compararnos. La vida, el contexto, las ventajas desleales de sus competidores pueden ser totalmente diferentes de las de los demás, tenga una estrategia que tenga en cuenta sus propios obstáculos pero también sus propias cualidades.
Por último, la comparación con los demás mina tu moral porque te impide ver tu verdadero valor porque te deslumbra el valor de los demás. Para acabar con esta mentalidad de comparación, hay que limitar la cantidad de tiempo que se dedica a observar a los competidores (lo que puede convertirse rápidamente en admiración de los demás y luego en odio a uno mismo). Si dedicas más tiempo a tu trabajo, a actividades introspectivas (lectura, meditación, deportes individuales, etc.) y limitas tu atención a los demás, te acercarás mecánicamente a tu fuente y harás brillar el diamante en bruto que eres.