Nuestro moderno sistema educativo es defectuoso. Ha sido diseñado para servir a una máquina económica que es contraria a sus orígenes cuando surgió en Grecia. De hecho, la palabra escuela viene de la palabra griega (por el intermedio de la antigua eschole francesa) σχολή, skholế que literalmente significa “ocio”, “tiempo libre” o “descanso”. De acuerdo con sus raíces, el objetivo de la escuela es el descanso o mejor ocupación del tiempo para aquellos que no trabajan (recordemos que la economía de las ciudades-estado griegas se basaba en la esclavitud, sólo el ciudadano estudiaba porque podía permitirse no trabajar). Hoy en día, es todo lo contrario, los que no pudieron encontrar un trabajo son la mayoría de las veces los menos cualificados o los menos “educados”. Recordemos que durante el Renacimiento, la educación era principalmente dentro de la familia. La gente aprendía un oficio, así que eventualmente tenían la misma profesión que sus padres. No era realmente una escuela, sino un sistema basado en el aprendizaje. Por otro lado, los nobles recibirían instrucción privada de los eruditos para elevar su mente de acuerdo a una filosofía humanista. Podemos afirmar que durante el Renacimiento, hubo dos sistemas educativos distintos, uno diseñado para formar al gobernante, el otro para entrenar a los gobernados. De alguna manera es lo mismo hoy en día, aparte del hecho de que vivimos en una sociedad más igualitaria: la gente aprende a trabajar y adquiere algunos conocimientos humanísticos.
Sin embargo, ¿qué deberíamos hacer si el trabajo se vuelve raro, ya que la IA y los robots se llevan la mayoría de nuestros trabajos? Parece que volveríamos al griego antiguo: el robot sería nuestro esclavo y tendríamos que aprender a descansar, como una actividad de ocio. No es totalmente cierto. Puede que todavía necesitemos gente para dirigir la economía, ya que la “Destrucción creativa” sigue funcionando y las ocupaciones seguirán reinventándose. Pero, ¿y si no? Entonces, debemos pensar como nuestros antepasados que consiste en construir un carácter fuerte en lugar de adquirir una habilidad, porque esta última podría quedar obsoleta en cualquier momento. Para pensar claramente en el futuro, es necesario ser tan flexible como una persona del Renacimiento que eligió basar su poder en el carácter en vez de en una habilidad.
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