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¿Debemos amar a la gente?

 

El mandato cristiano de amar al prójimo se ha extendido como un reguero de pólvora como resultado de la globalización, emprendida a su vez por los países occidentales (que tienen una tradición cristiana). ¿Estamos realmente en un mundo de amor como el que propugnan los Evangelios? Parece que amar a los demás se ha reducido a moldearlos a nuestra imagen. Es más difícil sentir empatía cuando el otro es diferente a nosotros en muchos aspectos. ¿Existe una verdadera razón para amar a las personas, que no sea la defendida por Jesús?

Amar es una emanación

Esencialmente, a menudo nos equivocamos cuando hablamos de amor. Pensamos que depende del objeto (el amado), mientras que depende sobre todo del sujeto (el ser que ama). Alguien ama porque está en su naturaleza. Después, por supuesto, su amor puede cristalizar más fácilmente cuando este amor encuentra una mayor receptividad por parte del objeto. En definitiva, no se trata de amar porque nos lo han pedido. No, se trata más bien de decirnos a nosotros mismos que el amor es un reflejo de lo que somos. El amor que proyectamos es sólo el producto de un trabajo interior y no la materialización de un encuentro milagroso.

Amar es un nivel de conciencia

Así, no debemos amar a las personas por lo que son, sino amar por lo que somos. Debemos ser cariñosos. El amor es una llama que mantenemos encendida para dar un poco de su calor a los demás. Algunas personas tienen el poder de reavivar esta llama, mientras que otras pueden sofocarla hasta el punto de extinguirla. La intensidad de este brillo (tu nivel de amor) es el resultado del trabajo que has realizado. Cuanto más hayas trabajado en ti mismo, más capacidad tendrás de amar indiscriminadamente.

Alimentar y mantener la llama

Una forma sencilla de mantener viva la llama es practicar el amor. Al hacerlo, es como añadir combustible a un fuego que arde constantemente. Dicho esto, habrá personas que tiendan a abusar de su calor porque no son capaces de alimentar su fuego interior. En este caso, deberá protegerse porque podría verse rápidamente abrumado por personas tóxicas que no han encontrado su propia manera de emanar amor. Saber amar sin esperar nada a cambio es noble. Sin embargo, aprende a preservar tu llama como un campista preserva la hoguera de un viento helado. Da, sabiendo que tu llama de amor no es infinita y que puede apagarse si no tienes cuidado.

Buenas maneras de alimentar tu fuego interior

Hacer las cosas con amor

Si haces las cosas sinceramente con amor, crecerá.

Enlaza con Dios

Si quieres buscar la llama perdida o mantener el fuego existente, siempre puedes pedir ayuda a Dios.

Cuidar lo divino que viene dentro de nosotros

Todo ser tiene una partícula de lo divino, aunque no lo sepa. Lavarse, vestirse bien, dormir bien y comer bien protege tu cuerpo, que es el templo de tu alma. Sin un cuerpo sano, tu alma no puede expresar todo su potencial. Si te cuidas, haces que tu alma quiera quedarse y florecer en tu templo carnal. En estas condiciones, no tienes excusa para empezar a trabajar con el corazón.

Practicar el ascetismo

Cuando te falta algo, puedes desarrollar una cualidad oculta. Una persona ciega suele tener mejor oído y sentido del tacto que los demás. Al privarse de algo (ayuno, etc.), puede desarrollar su sensibilidad y también aumentar su amor. Es un efecto paradójico, hay que saber privarse en el plano material para conseguir crecer desde el punto de vista moral y espiritual. El ascetismo debe ser deseado y no sufrido, de lo contrario puede convertirse en un calvario que sólo aumentará tu frustración o resentimiento.


Estudiar y aplicar

Quien desarrolla la sabiduría se acerca al amor. Hay varios pasos intermedios antes de llegar a la sabiduría. En primer lugar, hay que reunir información. Esta información debe ser objeto de una selección por su parte: no puede leer ni estudiar todo. El resultado de esta selección se convertirá en conocimiento. Hay que reflexionar sobre el conocimiento. El resultado de este proceso se llama conocimiento. Por último, el conocimiento debe ponerse en práctica, debe impregnar nuestro ser a través del filtro de la experiencia. El resultado de este proceso se convertirá en sabiduría. Se trata, pues, de un filtrado sucesivo en 4 etapas para llegar a una partícula de sabiduría.

La sabiduría es decir lo que quieres decir con tus acciones

Es más fácil decirlo que hacerlo. Esto explica por qué podemos tender a convertirnos en predicadores o incluso en dadores de lecciones cuando ni siquiera aplicamos estas mismas lecciones a nosotros mismos. ¿Qué se puede decir entonces del alcance de un mensaje que se opone a su mensajero? Lo menos que podemos decir es que la fuerza del mensaje se ve disminuida por tal contradicción. Todos queremos cambiar el mundo a nuestra manera, pero cambiarnos a nosotros mismos es el verdadero reto. Es más difícil someter a los demás que a uno mismo.

Una imagen vale más que mil palabras y una acción vale más que mil imágenes

En una situación así, está claro que es más importante centrarse en los propios actos que en lo que uno dice querer hacer.

¿Cómo iniciar el cambio?

Si tienes la mala costumbre de hablar y prometer todo el tiempo, puede que tengas que cambiar eso. Una de las mejores maneras de iniciar este cambio es realizar una desintoxicación del habla. En lugar de hablar como lo hacías antes, a partir de ahora practicarás deliberadamente el silencio de alguna manera. Al principio es bastante incómodo, pero para ayudarte con todo tipo de actividades que se hacen en silencio. Hay muchas, y he aquí algunos ejemplos: leer, meditar, hacer yoga, coser, dibujar, escribir o pintar. Cuando eres capaz de reconectar con el silencio, tienes potencialmente la oportunidad de convertirte o volver a ser una mujer o un hombre de acción.

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