El crecimiento infinito en un mundo finito no es posible… en un mundo material. Esto explica por qué es necesario cambiar nuestros hábitos de vida para garantizar un futuro mejor a nuestros hijos. El mundo material tiene sus límites, esa es la tragedia humana: somos seres finitos con deseos infinitos. Ante esta incompatibilidad de la naturaleza, debemos resolver esta ecuación proyectando este deseo de infinito hacia otra cosa. Es muy posible, basta con dirigir nuestra atención a nuestro mundo interior en lugar de a la dimensión externa y material de la vida.
No hay límite para el desarrollo humano, para la adquisición de conocimientos y habilidades. Cuando aprendes un nuevo idioma, comprendes rápidamente que podrías pasar toda una vida estudiándolo, pero eso no sería suficiente para conseguirlo. Así que imagina que tu vida es un aprendizaje constante, no tendrás tiempo suficiente para saberlo todo. Esto explica por qué una economía basada en el conocimiento es mucho más apropiada para abordar el problema del crecimiento a nivel material. El crecimiento infinito es posible en el mundo de las ideas, sólo hay que aprender a desear el conocimiento más que las cosas tangibles. Nuestro mundo está muriendo porque sufrimos un vacío espiritual que nos empuja a buscar fuera lo que todos podemos encontrar dentro. La sed de infinito en el mundo material no es más que una locura, es un signo de nuestra falta de sabiduría y de nuestra pereza en la esfera de las ideas o de la espiritualidad.
El infinito está a nuestro alcance, simplemente tenemos que centrar nuestra atención en las cosas buenas. El deseo del infinito es propio de la humanidad, no podremos cambiarlo. Por eso es más que necesario educarnos para buscar el infinito donde simplemente lo podemos encontrar.