Para la mayoría de nosotros, nuestros años de juventud son sinónimo de la simple alegría de estar sin preocupaciones. Aunque no todo el mundo tuvo una infancia fácil, probablemente recordemos la capacidad que teníamos de maravillarnos con cosas triviales. La maravilla de descubrir el mundo que nos rodea era algo cotidiano. ¿Será porque “conocemos” el mundo que hoy es cada vez más difícil recuperar ese sentido de la maravilla?
Creemos que conocemos el mundo, pero la mayoría de las veces estamos repitiendo ideas que hemos oído, es decir, no son el resultado de nuestra propia experiencia personal y profunda. Repetimos las ideas en nuestra cabeza como autómatas, de modo que se forman caminos que conforman ideas preconcebidas. Por último, experimentamos el mundo a través de filtros que nos impiden sentir realmente las cosas. Este distanciamiento hace que el asombro sea difícil o imposible. Si un niño pequeño se maravilla ante una hormiga, es porque no tiene ideas preconcebidas sobre ella y es capaz de descubrirla y comprenderla el mismo día que la conocemos. Por supuesto, sería ingenuo o incluso grotesco querer volver a la infancia y maravillarnos con las mismas cosas que hacíamos cuando sólo teníamos 4 años. Sin embargo, la idea de poder maravillarse con facilidad nunca debería abandonarnos. Es un poder que todos tenemos, pero que casi conscientemente elegimos perder a medida que nuestra educación formal se fortalece. ¿Cómo recuperar esta capacidad que hace que la alegría esté al alcance de la mano?
Energía
Lo que caracteriza a los niños pequeños es su desbordante energía. Son como pilas y no se privan de gastar energía si eso significa que pueden divertirse. Por supuesto, al final del día, los niños están cansados y quieren caer en los brazos de Morfeo. Esta frescura, tan característica de la infancia, es algo de lo que podríamos aprender como adultos. Por supuesto, los niños tienen la ventaja de su edad, que les da esta energía ilimitada, la misma que la de los brotes jóvenes de los árboles que son tan verdes como su juventud. Sin embargo, podemos conservar esta energía y hacerla crecer, aunque seamos adultos. Un adulto, si quiere mantener su vitalidad, debe hacer una serie de cosas cada día para optimizar su capital energético. Estos hábitos son bastante sencillos, e incluyen dormir lo suficiente, comer bien, hacer ejercicio y pensar de forma amable (o positiva) sobre los demás. Al cultivar este “cóctel” podrás conectar más con la naturaleza y con los demás, porque en última instancia, ¿qué es la maravilla sino un momento en el que resonamos con algo? La maravilla es ser capaz de captar la quintaesencia de una persona, una planta, un animal, es crear una conexión que estimule nuestra mente y nuestro corazón. Para que esto sea posible, debemos tener la energía suficiente para poner nuestro corazón y nuestra mente al servicio de este “encuentro”.
Gratitud
Hay una idea de gratitud inmediata en el asombro. Cuando nos maravillamos, finalmente mostramos nuestra gratitud. Apreciamos lo que vemos y no ocultamos nuestras emociones de ninguna manera. Respondemos con sinceridad y gratitud a los estímulos externos. Sin gratitud, no hay maravilla. Para desarrollar la gratitud, hay que aprender a dar las gracias en la cabeza y en el corazón. Significa agradecer las cosas que tienes cuando puedes. El cerebro humano es así, piensa principalmente en lo que le falta, así que hay que entrenarlo para que piense en las cosas que ya tiene. Recordar lo afortunados que somos y valorar la calidad de las personas que nos rodean es importante para apreciar la vida y crear un espacio para el asombro futuro.
No juzgar
Los niños, al no juzgar en su mayoría, son en realidad pequeños sabios a su manera. Deberíamos ser capaces de utilizarlos como ejemplo para volver a conectar con esa mirada no crítica u hostil. Esta confianza fácil es, por supuesto, problemática en un mundo que tiende a abusar de una forma de bondad. Sin embargo, alguien que es capaz de dar plenamente su confianza y aprender a defenderse por sí mismo cuando es necesario, es capaz de vivir con todo su potencial. Por otra parte, el deseo de poseer o de cambiar a los demás puede ser un obstáculo para ver las cosas como realmente son. Nuestros deseos tienden a distorsionar nuestra percepción de la realidad. Cuando estamos dominados por fuertes deseos, ya no somos capaces de ser objetivos, hacemos de la subjetividad la norma y esto nos aleja de la posibilidad de asombro.
Recrear la maravilla interior
Para maravillarnos, nuestro asombro interior debe entrar en contacto con el exterior. Para ello, debemos cultivar una forma de pureza interior, ante todo en nuestros pensamientos. El niño se maravilla porque es inmaculado, es inocente. Su inocencia le permite maravillarse. Por eso es más que esencial desarrollar una rutina que te permita despejar tu mente y no ser molestado por deseos insanos o pensamientos negativos. No hay ningún secreto, los remedios son conocidos por todos, pero lo más difícil es aplicarlos con asiduidad. Ya sea el yoga, el chi-gong, la meditación, la lectura, la musicoterapia, la oración, la psicoterapia, etc., lo único que tienes que hacer es elegir una actividad que te convenga y dedicarte a ella religiosamente cada día.