Lecciones del pasado
La historia está llena de lecciones, una de las cuales es que se repite. A lo largo de la “aventura humana”, los poderes se han impuesto a otros por la fuerza. La tiranía nunca ha destruido totalmente el espíritu de resistencia de los pueblos sometidos. Veamos 3 formas de resistir a un poder que consideramos injusto.
La clandestinidad o la estrategia de guerrilla
Cuando la relación de fuerzas es demasiado desfavorable para nuestros adversarios, la lucha convencional no puede ser victoriosa, por lo que debemos recurrir a un conflicto asimétrico que obligue a nuestros adversarios a luchar en nuestro terreno. Además, es aconsejable utilizar una desventaja para convertirla en una fortaleza. Así, no poseer un armamento pesado puede ser una ventaja para desarrollar su movilidad y sorprender al adversario en lugares donde no nos espera. Esta modalidad de combate es la más peligrosa porque, aunque consigas mezclarte con la población de vez en cuando, tienes que salir del monte para realizar operaciones. Concretamente, en la época actual, esto significa, por ejemplo, hablar en público, hacer un discurso abierto contra el orden que estamos combatiendo. Esta exposición da lugar a todo tipo de represalias, cuyos daños son bien conocidos: acoso, amenazas, propaganda calumniosa, ostracismo e incluso ataques a nuestra integridad física.
Llevar una máscara mientras se intenta infiltrar en los círculos de poder o influencia
Las consecuencias de una vida guerrillera pueden ser aterradoras para muchos. Esto explica por qué la gran mayoría de nosotros prefiere vivir sus convicciones en la sombra, fingiendo conformidad. La resistencia de este segundo grupo es más temporal, es sobre todo intelectual. El primer pilar del cambio es el despertar de la conciencia. Al educarse, al leer, al cultivar la mente, ya se está entrando en un proceso de resistencia a un poder injusto que se alimenta principalmente de nuestra ignorancia.
Cuanto más nos informemos, más nos comprometemos, de lo contrario se produce una disonancia cognitiva. Los que han elegido esta forma de resistencia pueden en cualquier momento echar una mano a los guerrilleros o incluso pasarse a la guerra de guerrillas. Este tipo de compromiso, aunque menos expuesto que el anterior, siempre puede conducir a una mayor implicación posterior. Hay que tener en cuenta que jugar con las reglas impuestas y pensar que se pueden volver en contra de uno mismo más adelante rara vez ha llevado a un cambio. Gandhi, aunque abogaba por la no violencia, fue su negativa a obedecer las leyes injustas lo que lo posicionó como un radical. Es difícil cambiar un orden en un sistema que está podrido desde dentro. Si uno mismo no expresa alguna forma de ruptura, empezando por el pensamiento, es difícil que se pueda romper el statu quo. El principal problema de fingir sumisión es que uno puede acabar siendo realmente subyugado si no tiene cuidado.
Encontrar una base de retaguardia para preparar o coordinar futuras operaciones
Cuando ya no es posible vivir en una tierra cuyos principios se aborrecen, se puede decidir zarpar hacia un destino que permita continuar la resistencia con integridad de espíritu. No es fácil no ceder a la corrupción en una sociedad que la promueve. A veces, la mejor solución es continuar la lucha de otra manera si no nos sentimos capaces de estar en primera línea o si tememos ser contaminados por nuestro entorno incluso llevando una máscara. En la lucha contra la injusticia, nuestro bien más preciado es la preservación de nuestra integridad, y debemos hacer todo lo posible por preservarla, aunque eso signifique encontrar un medio de expresión diferente en nuestra lucha.