La vida puede parecer un videojuego: hay peligros, recompensas, enemigos, aventuras, sorpresas, etc. Sin embargo, no es así. Sin embargo, no es así, la vida es muy diferente, no se puede pulsar el botón de reset para empezar de nuevo, hay que aceptar las cosas aunque el resultado parezca más que incierto. Es tentador querer abandonar el barco y encontrar otro. Lo que no sabemos es que cuando hacemos esto, nos llevamos nuestros problemas con nosotros y tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a ellos.
La necesidad de reiniciar nuestra vida surge cuando nos sentimos abrumados e incapaces de hacer frente a los acontecimientos. Este sentimiento de impotencia nos hace buscar una salida, como un niño que pulsa el botón de “reset” porque sabe que ha empezado mal el juego y prefiere arriesgarse.
Los retos nos abruman cuando no podemos dar un paso atrás y mirarlos desde una perspectiva diferente. ¿Y si estas pruebas fueran sólo temporales? ¿Y si nuestra paciencia y determinación pudieran sacar algo grande de todo esto?
En tiempos de desesperación, es nuestra fe a la que debemos recurrir. Está ahí para guiarnos y aportar luz donde sólo vemos oscuridad. Los tiempos difíciles son grandes oportunidades para descubrir un mejor yo, pero debemos avanzar con fe y confianza.
Pulsar el botón de “reset” es inútil, no sabemos a dónde nos llevará, la naturaleza del más allá es más que incierta en estas circunstancias. Es mejor quedarse y luchar, aunque signifique luchar solo y apretar los dientes durante mucho tiempo. Si consigues acercarte a Dios, los momentos de duda sólo serán transitorios y la dicha estará a tu alcance siempre que consigas mantener y desarrollar la nobleza de tu corazón.