¿Cómo es posible que los filósofos griegos sigan siendo populares en nuestro mundo moderno?
¿Por qué nacer hace 2500 años puede ser una ventaja comparativa en comparación con nosotros, incluso cuando disponemos de recursos inagotables de información?
¿Es el arte de hacer preguntas y tratar de responderlas?
La privación informativa (en comparación con nuestra época) en la que vivían los griegos durante la era de Pericles puede resultar ser una ventaja. No tenían acceso a respuestas prediseñadas, de ahí el interés en el razonamiento deductivo para llegar a la raíz de las cosas y converger hacia la verdad. El ingrediente esencial de este enfoque es la pregunta abierta, a la que se intenta responder mediante un proceso lógico. Lo que parece ser una bendición en nuestra época también puede resultar ser una calamidad. Cuando todas las preguntas están accesibles al toque de un teclado, podemos desarrollar pereza en nuestra forma de pensar. La curiosidad debe ir acompañada de la capacidad de pensar y cuestionar lo que se nos presenta. Cuando esta carencia se desarrolla a gran escala, puede manifestarse como una adhesión masiva a la desinformación (o fake news). Internet es como un gran mercado de pescado donde es fácil abastecerse. El problema es que hemos perdido el arte de pescar (el arte de pensar), lo que nos lleva a no reconocer qué es un pez real (una idea correcta, es decir, resultante de un proceso deductivo y lógico). Esta incapacidad demuestra que la inteligencia no necesita necesariamente mucha información para desarrollarse. Por el contrario, tener acceso a mucha información no necesariamente nos hace más inteligentes. Otra comparación es la siguiente: nuestra vida contemporánea es como vivir en una ciudad y tomar el coche o el autobús para ir a un entrenamiento deportivo. La posibilidad que ofrece el transporte a veces nos desvía y nos aparta de nuestro objetivo inicial. Por otro lado, vivir en la época de Aristóteles significa caminar a todas partes para llegar al entrenamiento deportivo. Aunque quisiéramos desviarnos de nuestro objetivo inicial, seguiríamos haciendo ejercicio. Por supuesto, disponer de toda la información del mundo es ciertamente una ventaja si se combina con el hábito de pensar y no sufrir un adoctrinamiento que nos impida cuestionar nuestras certezas. Podemos tener todos los conocimientos al alcance de la mano, pero si nuestra mente es obtusa, doctrinal o fanática, no sabríamos qué hacer con estos tesoros. No basta con tener un buffet bien surtido de todo tipo de manjares; también debemos tener hambre (el deseo de encontrar la verdad), el discernimiento para elegir lo que es bueno para nosotros y la capacidad de digerir platos excepcionales.
