Rechazar una determinada idea de rendimiento en una era de destrucción creativa
El mandato de ser útil, es decir, de hacer una contribución cuantificable en una sociedad productivista, pesa mucho sobre nuestros hombros. Esta relación de mercancía que todos tenemos con la comunidad en la que vivimos a veces me perturba. ¿Soy simplemente un engranaje en una máquina diseñada para proporcionar un rendimiento? ¿Vivir hoy en día es sólo ser un trabajador en una enorme fábrica llamada nación?
Me siento culpable cuando siento que no soy “productivo”. Mi identidad y, a fortiori, mi felicidad están íntimamente ligadas a mi rendimiento diario. Con mi trabajo obtengo tanto una fuente de ingresos como el reconocimiento social. Pero en cuanto trabajo menos, temo la exclusión y la pérdida de sentido. Es como una espada de Damocles que pende sobre mi cabeza. Me he adherido involuntariamente a una ideología que me aprisiona y que, en última instancia, me aliena. El dogma del rendimiento, que se cultiva en la escuela, a través del deporte o incluso de los videojuegos, es omnipresente. Me alimentaron con este irresistible néctar desde la infancia. Me imagino que tú también lo has sido.
El productivismo es una bebida tentadora: nos ofrece una gratificación instantánea que podría describirse como la embriaguez de la victoria. Mi cerebro se ha acostumbrado al subidón de dopamina que recibo con cada resultado satisfactorio y cuantificable. Pero, ¿qué hago cuando ciertas facetas de mi vida, sobre todo las más íntimas, no son cuantificables por naturaleza, y mucho menos ganan inyecciones de dopamina? Creo, sin quererlo, que los he descuidado.
¿Cómo mantenemos nuestro amor propio cuando tenemos que salir de esta “caja de juegos de mesa”, en un mundo que no es todo rendimiento?
Es más necesario que nunca salir de esta gigantesca hilera de roedores. Las reglas del mundo sensible son diferentes. Mi felicidad no puede alcanzarse por delegación en relación con mi avatar económico. No debo ceder a la tentación de sustituir mi identidad íntima por mi identidad productivista.
De hecho, descargar el software cerebral de la actuación puede ser una opción arriesgada, incluso si este proceso es la mayoría de las veces sólo inconsciente. Probablemente corramos el riesgo de hipotecar nuestra felicidad y perder nuestra vida al final. Al tratar de evaluar sistemáticamente nuestra vida personal en función de indicadores de rendimiento arbitrarios, introducimos la idea de una relación ganar-perder. Pero la vida íntima no es un juego de suma cero, sino todo lo contrario.