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¡Ya estás muerto!

Una cosa es cierta: todos moriremos algún día. Sin embargo, muchas personas actúan como si fueran inmortales. Es mucho más sensato vivir como si la muerte ya estuviera dentro de nosotros, como un veneno que nos inocularon al nacer y que nos acercaría inevitablemente a ese final fatal.

La conciencia de la muerte te conecta con la realidad

Saber que eres mortal es una de las mejores cosas que puedes hacer para vivir la vida en plenitud. Esta idea nos permite ir al meollo de la cuestión y no perder el tiempo en asuntos triviales. Morir es devolver la solemnidad a tu vida, también es conectar con tu yo más profundo.

Actuar como si estuvieras muerto te convierte en el mejor guerrero

Los mejores guerreros eran los que ya no tenían miedo a la muerte. Considerándose ya muertos, podían salir al encuentro del enemigo con una fiereza y una intensidad que sólo el desapego a la muerte puede conferir. Se puede abordar la vida como una batalla, así que ¿por qué no inspirarse en los guerreros para triunfar?

Conciencia de la muerte, no pensamiento morboso

Este cambio de relación con la muerte no debe confundirse con una tetanización tras una obsesión morbosa. Al contrario, se trata más bien de vivir más el presente gracias a la serenidad de haber tomado conciencia de la muerte.

La muerte da profundidad a tu vida

Los mayores luchadores por la libertad son aquellos que han hecho de la muerte su amiga íntima. Porque la conciencia de la muerte te permite ir al fondo de la cuestión y dejar de temer a la muerte, te vuelves más valiente para luchar por las causas que te parecen más justas. Esta realidad es compartida por luchadores tan famosos como Malcolm X, Gandhi y Martin Luther King. Los tres fueron asesinados.

¿Cómo hacer de la muerte un aliado?

Para vivir según esta filosofía, hay que aprender a morir cada día. ¿Por qué no hacer algo que te asuste cada día? Cuanto más repitas esta experiencia, menos miedo formará parte de tu vida. Una cosa sencilla que te ayuda a ser más valiente es practicar un arte marcial o un deporte de contacto (rugby, etc.). El estrés repetido de la confrontación eliminará gradualmente tu miedo al peligro y parte de tu miedo a la muerte. Hay miles de cosas más que puedes hacer para domar a la muerte.

Aprende a filosofar

Siempre es bueno hacer una reflexión a corto, medio y largo plazo. Hay una frase de Gandhi que me gusta: “Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras eterno”. Hay una aparente contracción en esta frase, pero se puede conciliar. Vivir como si fueras a morir mañana te reconecta con el presente y, en cierto modo, elimina lo superfluo. Aprender como si fuéramos eternos nos permite evitar convertirnos en un bruto espeso, hedonista y egoísta, lo que podría ocurrir si nos dejamos llevar por nuestros instintos porque no hemos trabajado lo suficiente sobre nosotros mismos.

Partiendo de la cita de Gandhi, podríamos imaginar una lista de actividades cotidianas que deberíamos realizar con una relación diferente con el tiempo:
– Comer -> como si fuéramos eternos, lo que implica que debemos tener cuidado con lo que comemos porque nuestro cuerpo es nuestro vehículo. Descuidarlo nos impedirá llegar lejos.
– Beber -> lo mismo que comer
– Escribir -> como si fuéramos a morir mañana, porque necesitamos intensidad para decir todo lo que hay en nuestro corazón
– Amar -> como si fueras a morir mañana, porque puede dar cierta solemnidad y pureza a todas tus relaciones
– Hacer deporte -> como si fueras eterno (para entrenar, pero para competir es lo contrario, es como morir mañana)
– Rezar -> como si fuéramos a morir mañana
– etc.

Esencialmente, si un verbo apela al intelecto o al cuerpo, debe considerarse que se trata de una relación a largo plazo. Si es el corazón el que manda en este verbo, debemos crear intensidad y por lo tanto pensar que es nuestro último día en la tierra.

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