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Las personas no son Pokemons, no están hechas para ser coleccionadas

Síndrome del coleccionista

La promiscuidad se ha convertido en una norma entre ciertas clases de la población, especialmente entre los jóvenes. Las aplicaciones de citas han facilitado conocer gente nueva, algo que antes era prácticamente imposible. Antes se podía hablar con un desconocido cualquiera por la calle, pero en general la gente conocía a sus maridos en su propio círculo de relaciones (amigos de amigos, en el trabajo, etc.). La falta de presión social asociada a la interacción con un desconocido hace que aumente la promiscuidad entre los jóvenes. Este comportamiento puede tener sus raíces en la cultura consumista.

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¿Cómo se han convertido las personas en meros objetos de placer?

La cosificación de los seres humanos no es, por desgracia, un fenómeno nuevo. La esclavitud es el ejemplo extremo de tal fenómeno, y parece haberse practicado desde los albores de la humanidad, lo que podría implicar que tenemos una afición innata a alienar* a las personas.

*alienación: (en el marxismo) el estado del individuo que, como resultado de condiciones externas (económicas, políticas, religiosas), deja de pertenecerse a sí mismo y se convierte en esclavo de las cosas. – El proceso por el cual los seres humanos se convierten en extraños a sí mismos.

Afortunadamente, el hombre ha inventado conceptos que contrarrestan tales tendencias. La religión y la institución del matrimonio son sólo algunos ejemplos. Dado que la monogamia es generalmente preconizada por las religiones, salvo raras excepciones, los vínculos entre hombres y mujeres no podían basarse únicamente en el placer y la cosificación de sus cuerpos. De hecho, el matrimonio se considera ante todo la base de la familia y del respeto mutuo que la acompaña.

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Explicar la promiscuidad femenina

La promiscuidad masculina no es nada nuevo

La promiscuidad siempre ha sido la norma entre los hombres más poderosos de la historia. En las cortes reales de Oriente y Occidente había harenes e innumerables cortesanas. La promiscuidad femenina es un fenómeno algo nuevo. ¿De dónde viene?
Es un proceso bastante largo, pero que se ha acelerado en las últimas décadas. Las mujeres capaces de reproducirse siempre han sido protegidas y respetadas. Las destinadas a ser objeto de deseo eran despreciadas y menospreciadas por los demás hombres.

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Los cambios sociológicos del siglo XX

La industrialización ha cambiado la posición de la mujer en la sociedad. Antes, las mujeres ganaban estatus social por ser madres. Las imposiciones a la productividad, especialmente en una economía de guerra, aumentaron las posibilidades de las mujeres de trabajar en empleos no domésticos, es decir, principalmente en fábricas. Al emanciparse de la jerarquía masculina, el poder de las mujeres reside ahora en su contribución a la economía. Al hacerlo, hemos roto los límites sagrados de la familia, ya que la productividad se ha considerado más importante que la maternidad. Así, si una mujer no encuentra estatus en un estilo de vida tradicional, tenderá a imitar el comportamiento de los hombres, a pesar de las evidentes diferencias biológicas. Como las mujeres compiten con los hombres en el mercado laboral (que hasta hace poco era dominio exclusivo de los hombres y, por tanto, un lugar dominado por los valores masculinos), tienden a imitar a los hombres en otros ámbitos de su vida. La sexualidad es uno de ellos.

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La búsqueda de estatus

Tradicionalmente, las mujeres eran alabadas y apreciadas por su belleza (que también está vinculada a la fertilidad) y su fecundidad. Dado que la maternidad ya no está tan bien considerada como antes y que la promiscuidad ya no está tan mal vista, las mujeres han modificado su comportamiento para adquirir estatus en las sociedades modernas. Como ahora tienen que depender más de sí mismas que de sus parejas para sobrevivir y cuidar de sus futuros hijos, optimizarán sus opciones renunciando a la fidelidad y se inclinarán más por encontrar mejores parejas si pueden.

status

La crisis de la fidelidad

En el pasado, un hombre podía mantener a toda su familia con su trabajo. En los países industrializados, esto ya no es así para la mayoría de la gente, puesto que el coste de la vida se ha disparado. Tanto el hombre como la mujer tienen que trabajar, lo que va en detrimento de la familia y de la lealtad que solía estar un tanto ligada a la dependencia económica de la esposa. Con la lealtad socavada, surgió el paradigma de la variedad. Debido a la ausencia de dependencia, las mujeres están disponibles durante más tiempo en el mercado de las citas, lo que fomenta el hábito de cambiar de pareja. Tras años de promiscuidad, es muy difícil encontrar el camino de vuelta a la fidelidad. Como las personas están menos dispuestas a sacrificarse por su relación, tenderán a reparar su desgracia buscando otra pareja.

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No me malinterpretes, ¡las mujeres no son el problema!

Leyendo hasta aquí, podrías pensar que estoy culpando a las mujeres por ese comportamiento. Pero no es así. Las mujeres son tan racionales como los hombres en lo que respecta al comportamiento sexual. Adaptan su comportamiento a las normas sociales y a las expectativas de los hombres. La promiscuidad femenina es fomentada por la gente poderosa. En efecto, dado que las mujeres buscan consciente o inconscientemente seguridad y estatus en los hombres – lo que aumenta las posibilidades de supervivencia de los hijos – romper las barreras tradicionales favorecerá a los hombres poderosos. En un “mercado libre”, la distribución de la ley de Pareto prevalecerá en lo que respecta a las relaciones entre hombres y mujeres. El 10% de los hombres podría tener acceso al 90% de las mujeres (o incluso más). En las sociedades tradicionales, esto no es posible, ya que la religión y la monogamia garantizan un reparto igualitario de las mujeres con respecto a los hombres.

Pareto

Las mujeres pierden más de lo que ganan con comportamientos promiscuos

La objetivación es alienación. A corto plazo, las mujeres pueden estar encantadas de multiplicar sus parejas sexuales, ya que esto las pone en contacto con hombres poderosos. A largo plazo, pueden lamentar no poder casarse con ninguno de ellos. A los ojos de los hombres, la lealtad siempre va asociada al prestigio. Por ello, una chica puede perder su estatus si antes ha llevado un estilo de vida propicio a la promiscuidad.

Objectification

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