Puedes acercarte a alguien porque un momento de alegría ha creado un recuerdo mutuo positivo. Sin embargo, no es raro que no sea la alegría lo que nos une, sino la experiencia de un sufrimiento compartido aunque se haya vivido en un contexto diferente. ¿Por qué crees que la cigarra y la hormiga no pueden ser amigas en la fábula de Fountain? Simplemente, la experiencia de austeridad vivida por la hormiga es la antítesis de la despreocupación con la que la cigarra se regodea durante el verano. Sin embargo, si la cigarra sobrevive al invierno, es probable que al año siguiente se sienta más cerca de la hormiga, siempre que no le guarde rencor. De hecho, ambos habrán pasado por un periodo de sufrimiento, uno en invierno y otro en verano, durante el cual habrán aprendido a doblar la espalda. Esta experiencia similar crea un terreno fértil para el establecimiento de un vínculo profundo entre dos individuos que parecen estar enfrentados.
La experiencia del sufrimiento compartido es lo que une a las personas cuando se quita el velo que cubre su relación. Esto explica por qué hay una mayor cohesión en un grupo que comparte una historia común, ya sea a nivel de una nación o de una minoría. El problema es que nos identificamos exclusivamente con el sufrimiento al que hemos sido sometidos. Esta empatía selectiva imposibilita la conexión con diferentes grupos. Sin embargo, la experiencia del sufrimiento es el hilo conductor que une a todos los seres vivos.
Tener la capacidad de recurrir a nuestro propio sufrimiento para desarrollar la empatía con los seres que son diferentes a nosotros es la clave para difundir la benevolencia universal. Si somos capaces de evitar priorizar sistemáticamente el sufrimiento y reconocer en nuestro interior el dolor del prójimo, entonces podremos empezar a amarlo porque nuestras diferencias se habrán desvanecido mágicamente. Este otro que veo ya no será un reflejo de mí mismo, y ¿quién más que yo merece nuestra consideración?