Sus puntos fuertes son a menudo cargas que pueden ser una desventaja a largo plazo. Hay cualidades que se quieren tener sin notar que pueden generar otros defectos, veamos algunas de las tendencias.
Belleza
La belleza, sobre todo si eres mujer, conlleva todo tipo de ventajas. Así es el mundo, las mujeres buscan seguridad en sus parejas, mientras que los hombres buscan fertilidad, y la belleza es la expresión de una buena herencia genética. Más allá de este aspecto trivial, genera varios sesgos. El primero es el efecto halo, que consiste en asociar a una persona A con una cualidad beta con el pretexto de que ya posee una cualidad alfa (en este caso la belleza). La belleza es una característica obvia porque es visual (podemos aceptar la idea de que hay principios cardinales: simetría, armonía, etc.). – (Se puede aceptar que hay principios cardinales -simetría, armonía, etc.- aunque los gustos individuales pueden variar). Por lo general, una persona guapa será percibida como más inteligente que la media, ya que nuestro cerebro hace una asociación entre dos cualidades que no tienen correlación -en este caso el efecto de este sesgo puede incluso provocar lo contrario-. Esta visión de los demás suele sesgar la propia percepción del sujeto: la gente piensa que soy inteligente, así que soy inteligente. Al adquirir esta confianza en sí mismos, los individuos que son juzgados como bellos pueden disfrutar de un efecto Pigmalión (acaban desarrollando las cualidades que se les atribuyen) o, por el contrario, desarrollar una pereza intelectual porque se les priva de una forma de duda. La consecuencia de esta falta de duda es que dificulta su desarrollo intelectual. En tal caso, los individuos guapos pueden llegar a ser menos inteligentes que la media porque pierden el componente esencial de su progreso en este ámbito.
Confort
La comodidad es también un arma de doble filo: a veces proporciona las condiciones necesarias para el desarrollo en todos los ámbitos (intelectual, emocional, fisiológico, etc.), y a veces atrofia nuestro espíritu de iniciativa y nos priva de la oportunidad de sobresalir en esos mismos ámbitos. La comodidad es lo único que buscamos al final. De hecho, se podría decir que es la realización de varios de nuestros deseos. Como indica la pirámide de necesidades de Maslow, para desarrollar una capacidad correspondiente a una necesidad, primero debemos haber desarrollado la necesidad inferior / anterior. Así, para satisfacer nuestro deseo de sobresalir intelectualmente, necesitamos tener comida, refugio y la seguridad de vivir en condiciones en las que nuestra vida no corra peligro. De este modo, cada comodidad es potencialmente un peldaño hacia una necesidad superior correspondiente. Sin embargo, resulta que no siempre tenemos aspiraciones tan altas. La necesidad de plenitud no es compartida por todos. En este caso, una vez alcanzado el confort, puede asociarse a una forma de estancamiento. Por eso es necesario aspirar a la comodidad manteniendo unos deseos relativamente “elevados”, pues de lo contrario no tenemos margen de progreso.
Extroversión
Ser extrovertido es una cualidad a la que todos aspiramos en algún momento. El mundo de los programas de televisión, la música popular o incluso las estrellas de YouTube presentan esta cualidad. No es raro que se intente imitarlos, al menos inconscientemente. La extroversión puede ser una bendición porque nos permite conectar fácilmente con la gente y, en definitiva, ver el mundo exterior no sólo como una amenaza. Cuando este rasgo se vuelve demasiado exagerado, puede volver a convertirse en una carga. La extroversión extrema puede conducir a una forma de superficialidad. La incapacidad de estar a solas o de concentrarse en una actividad “introvertida” como la lectura puede tener como consecuencia que nunca se pueda profundizar en un tema determinado. Confiar únicamente en la labia o la charla puede ser peligroso. Nos creemos más listos de lo que realmente somos, y esto puede tener un alto precio (pérdida de credibilidad o daño a nuestra reputación).
Estar siempre en el trabajo
A primera vista, ser adicto al trabajo parece una cualidad innegable. Abre la mayoría de las puertas en el mundo profesional. Sin embargo, puede esconder dos defectos: la incapacidad de formular las preguntas adecuadas y el desarrollo de una forma de procrastinación inteligente.
Ser hiperactivo puede ser el resultado de una incapacidad para “sentarse” y dar un paso atrás para ver el panorama general. Cuando desarrollamos una forma de inteligencia perezosa, podemos caer en la trampa de no adquirir el hábito de ver las cosas desde una perspectiva diferente. Cuando uno es perezoso, se detiene y se pregunta si hay una forma mejor de hacer algo. Esto suele conducir a la innovación. La eficiencia a menudo se reduce a encontrar la mezcla adecuada entre el trabajo y la pereza: tratar de eliminar uno u otro conduce a un nivel de resultados inferior al óptimo. Otro aspecto posible y común de las personas que se autodefinen como trabajadores es que tienden a hacer muchas cosas para evitar lo que deberían hacer. Esto se llama procrastinación inteligente. También es una forma subóptima de funcionar.
En resumen:
Hay cualidades que pueden convertirse en cargas.
Es bueno contrarrestar una cualidad introduciendo una cualidad opuesta (cf. Taoísmo, yin y yang).
Es bueno ser crítico con nuestras propias cualidades. A menudo nos desarrollamos más encontrando la sutil combinación que importa en una cualidad y un supuesto defecto.