El espíritu (el intelecto), el corazón y la voluntad (las tripas)
El bienestar es el resultado de un equilibrio sublime que cultivamos mediante hábitos saludables o un entorno favorable para desarrollarlo. Nuestra naturaleza humana nos obliga a explorar las distintas dimensiones de nuestro ser. El desorden surge cuando descuidamos una o varias dimensiones de lo que nos hace humanos. La escuela pretende desarrollar nuestro intelecto. La escuela ya no pretende educar nuestro corazón como antes, sino que cultiva nuestra inteligencia a la vez que fomenta cierta pasividad y docilidad para facilitar nuestro futuro acceso al mundo laboral.
El intelecto (nuestras habilidades) es lo que cambiaremos por un salario
El corazón es un precioso aliado a la hora de tomar decisiones en la vida. Es la columna vertebral de nuestro ser. Pensar de acuerdo con unos valores firmes nos ayuda a ser más perspicaces en nuestras elecciones más triviales y fundamentales.
Sin una educación de nuestros valores morales, tarde o temprano estamos expuestos a una o varias crisis de identidad, que nacen sobre todo de la pérdida de sentido de la existencia.
La fuerza de voluntad es igualmente importante; es la marca de nuestra iniciativa y perseverancia. Aumentar nuestra fuerza de voluntad significa estar a la altura de las dificultades que se nos presentan. La fuerza de voluntad se cultiva en las dificultades, en la incertidumbre y a veces incluso en el caos. Las molestias cotidianas pueden resolverse con un sutil cóctel de nuestro intelecto, nuestro corazón y nuestra voluntad.
A veces es porque no usamos nuestro corazón que nos cuesta entender y resolver un problema. En otro caso, es la falta de retrospección y reflexión lo que nos impide ver las cosas con claridad; la fuerza de voluntad por sí sola no es suficiente. Por último, puede ser la ausencia de riesgo, la falta de iniciativa que nos impide avanzar en otros casos.
Ser consciente de estas tres dimensiones del ser
Ser consciente de estas tres dimensiones del ser puede ser útil para resolver los retos cotidianos. El problema es que a menudo utilizamos sólo uno de estos recursos para ayudarnos, lo que nos lleva a un callejón sin salida.
Cualquier actividad requiere las tres cosas si quiere sobresalir. Por eso, para ser un buen atleta, no sólo hay que tener una gran voluntad, sino también corazón e inteligencia. Por supuesto, hay actividades que atraerán más a uno de estos recursos, veamos algunos ejemplos. Para desarrollar el intelecto, se puede leer, escribir, debatir, asistir a conferencias, ver vídeos instructivos, escuchar podcasts, meditar, etc. Para desarrollar el corazón, se puede rezar, ayudar al prójimo, practicar acciones desinteresadas, practicar deportes con vocación moral (artes marciales, etc.), meditar, cultivar el vínculo con lo trascendente, etc. La voluntad puede fortalecerse de diferentes maneras: a través del deporte, el emprendimiento, los estudios, la práctica de actividades que nos exponen a algún tipo de peligro (deportes de combate, etc.), etc.