Todos necesitamos amor para vivir y, sin este ingrediente, nos marchitamos como flores secas. Nuestra alma necesita amor, y parte de él proviene de las personas que nos aman. Lo que no nos damos cuenta es que somos fuertes gracias al amor que se nos da desinteresadamente. Por ignorancia, creemos que somos más fuertes de lo que realmente somos, y solo cuando aquellos que nos amaban comienzan a alejarse, vacilamos y tomamos conciencia de nuestra fragilidad.
El amor de los demás nos da fuerza.
Hay varias formas de amor. Los antiguos griegos definieron cuatro: ágape (amor divino), storgé (amor familiar), philia (amor amistoso) y eros (amor romántico). Nos alimentamos de estos diferentes tipos de amor todos los días, pero generalmente hay uno que supera a los demás. Si no hemos recibido mucho amor familiar, tendemos a buscar amor de amigos o de Dios, por ejemplo. Por el contrario, si nuestra familia nos ha dado mucho amor, estamos menos inclinados a buscarlo en otro lugar. Lo que nos hace frágiles es la falta de amor, el amor que no podemos encontrar, sin importar la forma que tome. Nuestra alma lo necesita, bajo riesgo de caer en depresión y dejarnos morir.
El amor propio también es amor
Cuando no podemos encontrar amor de los demás, siempre tenemos la posibilidad de cultivar el amor propio, que, si es genuino, es en realidad otra forma de amor divino (ágape). Sin ágape, el amor propio se convierte en puro narcisismo, y es una enfermedad que no es amor verdadero. El amor divino es accesible para todos, pero requiere reconocer la existencia de Dios y querer esforzarse para mantener esa llama viva.
El amor que tenemos por los demás nos da coraje
Si no has recibido amor de tus seres queridos, siempre puedes dar antes de recibir. Eso se llama coraje. El amor que sentimos por los demás es la principal fuente de coraje, la palabra misma proviene de la palabra “corazón”.
No decepciones a quienes te aman
Los mayores arrepentimientos o remordimientos que experimentamos en la vida a menudo están relacionados con la negligencia de las personas que nos amaban. Nuestro egoísmo nos ciega y nos hace pasar por alto lo esencial. Lo esencial suele tomar la forma de personas que se preocupan por nosotros y cuyo impacto en nuestra vida no medimos. Las personas que nos aman son como flores que necesitan cuidado; también necesitan amor y respeto. No siempre es posible amarlas tanto como nos aman, pero en la medida de lo posible, debemos devolver tanto amor y consideración como podamos, que son las marcas de nuestro aprecio y el reconocimiento de que estas personas son importantes para nosotros y permitirán que este amor perdure.