Dicen que la verdad sale de la boca de los niños, ¿no? Por lo tanto, a partir de este dicho, podríamos decir que todos fuimos alguna vez una persona sabia y sensible. ¿Por qué no recurrir a ese ser lejano pero cercano que una vez fuimos para tomar las decisiones correctas como adultos?
El niño tiene ventaja sobre el adulto
El niño procede de un mundo de pureza y aún no ha sido contaminado por la suciedad del mundo de los adultos. Esto le da la ventaja de poder ver las cosas con más claridad. Esta claridad es la base de toda buena toma de decisiones. ¿Qué podemos decir de un barco que navega en la niebla, sin radar ni puntos de referencia? No estaría en condiciones de tomar ninguna decisión acertada, o al menos nunca estaría segura de que su decisión fuera la mejor. Lo mismo ocurre con los adultos, que a veces avanzan borrosamente en busca de su estrella polar. ¿Y si esa estrella simplemente no es el niño que una vez fue?
Consulta que una vez fuimos
Dado que, por definición, no puedes hablar directamente con la persona que eras cuando tenías 5 años, tendrás que crear recuerdos o anclas de memoria que te permitan recrear artificialmente esa conversación. ¿Hay algún recuerdo memorable que apele a todos sus sentidos y que le permita retroceder fácilmente en el tiempo para pensar y ver el mundo actual a través de los ojos de su hijo? No es fácil. La infancia está enterrada en lo más profundo de nuestra memoria y la mayoría de las veces es difícil extraer recuerdos nítidos. Practica hasta que puedas volver a conectar con un momento puro que te sirva de guía más adelante.
¿Qué hacer una vez captado el momento?
Una vez que hayas conectado con la persona que eras hace décadas (puedes utilizar fotos o vídeos si te sirve de ayuda), ahora tienes que identificar la emoción positiva dominante y magnificarla para que te impregne por completo. Puede ser asombro, alegría o incluso nostalgia. No te dejes abrumar totalmente por la nostalgia, ya que no se trata de la emoción real que sentías de niño, sino de la conciencia de la distancia en el tiempo de aquel momento.
Empápate de pureza para mirar el mundo de otra manera
Una vez que hayas podido reconectar con esta pureza, permanece inmerso en ella durante un tiempo. La energía debe “empaparte hasta la médula”. Una vez hecho esto, podrás empezar a mirar el mundo de otra manera y tendrás la altura necesaria para tomar mejores decisiones.
Conecta regularmente con el niño que fuiste para no perder quién eres
En nuestro mundo rápidamente cambiante, una cosa que permanece constante es enfrentar la tensión entre la persona que estabas destinado a ser y la persona que eras. Con innumerables demandas que los empujan en direcciones divergentes, ¿cómo podemos asegurarnos de mantenernos conectados con nosotros mismos y con nuestras verdaderas identidades? Conectarte regularmente con el niño que eras es una herramienta importante para recordar quién eres realmente y evitar perder el contacto con esa identidad esencial.
La complejidad de la identidad abarca componentes personales y sociales, así como nuestras historias y recuerdos únicos. Una parte clave de esta comprensión es reconocer el papel de nuestra infancia en la configuración de nuestra vida adulta. A pesar de ser un recuerdo lejano, nuestra educación continúa influyendo en cómo pensamos, sentimos e interactuamos en el mundo que nos rodea. Todas las experiencias, valores, creencias e intereses que nos hicieron lo que éramos cuando éramos niños siguen siendo la base de lo que somos hoy.
Mantenerse en contacto con la persona que fuimos cuando éramos niños es un poderoso recordatorio de nuestra identidad central en medio de los cambios y cambios de la vida. La reflexión y el diálogo son plataformas útiles para reconectarnos con nosotros mismos en la infancia y ofrecer una comprensión de por qué pensamos y nos comportamos como lo hacemos. Estas reflexiones se pueden hacer con amigos o familiares, o aprovechando nuestras propias emociones y experiencias en un ejercicio en solitario.
Además, las fotografías antiguas, las historias familiares y el fomento de las relaciones con los padres o amigos de nuestra infancia pueden ser herramientas efectivas para reconectarnos con nosotros mismos. Tales actividades sacan a relucir emociones que habíamos olvidado, celebran momentos significativos y actúan como ventanas a nuestro pasado. Las ideas obtenidas de estas experiencias pueden ser invaluables para ayudarnos a navegar por nuestro presente y futuro.
Conectarse regularmente con el niño que fue no solo es bueno para la salud mental, sino que también da forma a nuestras creencias y motivaciones en la vida. A medida que nos esforzamos por mantenernos fieles a nosotros mismos y asegurarnos de que encarnamos los valores de nuestro yo original, es esencial conectarnos con el niño que una vez fuimos. Al mantenernos en contacto con nuestra identidad central, somos más capaces de discernir nuestra verdad y tomar decisiones informadas sobre nuestras vidas.
Si te juzgas a ti mismo poniéndote en la piel del niño que fuiste, evitarás la posición intermedia en la que a veces te encuentras a la hora de tomar decisiones. Hay cierta radicalidad en la pureza de la infancia
En los últimos años, los adultos de todo el mundo han llegado a comprender la importancia de tomar decisiones que tengan el mejor resultado posible para todos los involucrados. Sin embargo, en el proceso, muchos adultos se encuentran atrapados en medio de opiniones y perspectivas difíciles y a menudo conflictivas.
Para navegar mejor por tales circunstancias, podríamos hacer bien en verlas a través de la lente de la infancia. Ciertamente no podemos viajar en el tiempo de regreso a nuestra propia infancia, pero es posible ponernos en los zapatos del niño que fuimos y mirar las decisiones con nuevos ojos.
Cuando vemos las situaciones de la manera en que lo hace un niño, la perspectiva que obtenemos a menudo revela opciones que pueden parecer demasiado obvias o demasiado radicales cuando se ven desde la perspectiva de la edad adulta. Decimos “demasiado radical” no porque tomar decisiones radicales sea necesariamente problemático, sino porque como adultos podemos verlos como demasiado arriesgado o poco práctico.
Sin embargo, tales decisiones “radicales” a veces tienen el mayor potencial para conducir a un resultado beneficioso para todos los involucrados. Para decirlo de otra manera, ser “radical” a veces nos permite salir del conflicto de opiniones y perspectivas y simplemente centrarnos en lo que es verdaderamente correcto y beneficioso.
La comprensión de esta idea es especialmente importante cuando se toman decisiones que involucran a los niños y la educación. Es fácil empantanarse en el debate sobre lo que constituye una buena educación, mientras se olvida que a veces todo lo que se necesita es ver la situación a través de los ojos de un niño.
Al mirar el tema desde la perspectiva de un niño, podemos hacernos preguntas que nos llevan más allá de la sabiduría convencional y a un lugar de pura claridad y toma de decisiones radicales. Podemos terminar tomando decisiones que son inesperadas e incluso indecorosas para el ojo adulto, pero que son verdaderamente beneficiosas para todos los involucrados, especialmente los niños.
En resumen, ver un problema a través de los ojos de la infancia y tomar decisiones desde una perspectiva radical a menudo puede conducir al mejor resultado para todos los involucrados. Se necesita esfuerzo y concentración para lograr esto — no es una hazaña fácil. Pero al aprender a ver las decisiones desde el punto de vista de la infancia, podemos evitar estar atascados en diálogos de posición media y, en cambio, tomar decisiones para el beneficio de todos, incluidos, por supuesto, los niños.