Todos afirmamos querer acercarnos a la verdad, sin embargo, pocos de nosotros realmente lo logramos de manera duradera. La búsqueda de la verdad es un proceso doloroso que a menudo requiere soportar muchos años de incomodidad. Esta incomodidad puede tomar la forma de soledad, exclusión, incomprensión por parte de otros, sacrificios aparentemente inútiles, o la sensación de estar perdido uno mismo. Luchar solo y contra todos es difícil. Con el tiempo, nos agotamos, y a veces nos rendimos y nos unimos a la multitud alimentada con mentiras reconfortantes. Es difícil resistirse a la fuerza de la mayoría. Nos encanta la verdad, pero aún más nos gusta ser amados y aceptados por un grupo. Es en parte por eso que podríamos terminar aceptando una mentira si muchas personas la creen, en lugar de permanecer solos con la verdad. La verdad solo es para los valientes. Aquellos que se unen al rebaño de ovejas devotas para seguir dogmas falsos a menudo buscan más un sentido de pertenencia que de verdad.
La verdad tiene un precio
Así que, lo entenderán, la verdad es costosa. No se presenta a cualquiera. Necesita saber de qué estamos hechos antes de permitirnos acercarnos. Pero primero, ¿cuál es el punto de buscar la verdad si las mentiras nos hacen felices? Las mentiras pueden satisfacer; pueden calmarnos, pero en el fondo, sabemos que la felicidad basada en mentiras es solo un sustituto de la felicidad. Siempre habrá un deseo apremiante dentro de nosotros de emprender la búsqueda de la verdad para experimentar un grado más alto de felicidad. La verdad es una experiencia íntima incomparable con una vida de comodidad vivida en la falsedad, su precio es alto y requiere un verdadero deseo de alcanzarla.
La búsqueda de la verdad es un proceso
A veces, nos encontramos brevemente con la verdad. Esta experiencia nos transforma, haciendo que todas las experiencias posteriores parezcan insípidas. Este encuentro con la verdad, ya sea accidental o intencional, pone nuestra vida en perspectiva y nos permite evaluar la calidad de nuestras experiencias pasadas. La verdad que una vez encontramos de repente se convierte en el punto de referencia contra el cual medimos lo que hemos sido hasta entonces. Esta realización puede ser transformadora en el sentido de que puede cambiar nuestra trayectoria e incluso cuestionar quiénes somos. Esta verdad vislumbrada es un desafío a asumir. ¿Seríamos capaces de perseguirla, o preferimos fingir no haberla visto y volver a nuestras actividades habituales?
¿Qué forma toma la verdad?
La verdad suele tomar la forma de dificultad. Siendo una experiencia personal, la verdad solo se revela a aquellos que atraviesan los pasos difíciles. Puede asemejarse a la cima de una montaña. Ganarse el derecho de contemplar el paisaje y el horizonte necesariamente proviene del esfuerzo. Todos podemos decidir ignorar la belleza que ofrece la vista desde la cumbre permaneciendo en el valle. Sin embargo, siempre permanecerá en nosotros el deseo de descubrir lo que hay más allá de las nubes. Lo que marca la diferencia no es tanto nuestra habilidad natural para vivir en la verdad sino más bien nuestra determinación para perseguirla porque es más parecido a un maratón que a un sprint.
El encuentro con la verdad es transformador
Hay cosas que no nos dejan indiferentes y que incluso nos transforman para toda la vida. Tomar conciencia de una nueva realidad nos conmueve y nos obliga a redefinir las trayectorias de nuestra existencia. Es un poco como viajar por primera vez a una tierra lejana. Tal viaje puede sacudirnos y cuestionar las elecciones que hemos hecho hasta ahora porque no tenían en cuenta una nueva realidad que nos ha transformado. Un encuentro íntimo con la verdad a menudo actúa como un punto de inflexión en la curva de la existencia o como el rebote de una bola de pinball en las paredes del juego de arcade.
