Categories: Excelencia personal

¿Qué haces con tu mejor savia?

No desperdicies la flor de la edad en vanas ocupaciones

Un árbol crece gracias a la savia que fluye por sus ramas y tronco desde sus raíces. Esta savia es la metáfora de nuestra energía vital, alcanza su punto máximo a cierta edad para ir disminuyendo con el tiempo. El inevitable declive de nuestra energía, lo compensamos con más espíritu, más sabiduría. Sin embargo, nada puede sustituir realmente el vigor de un brote joven que la vida bendice con toda su fuerza. La juventud es la punta de lanza del cambio. Cuando congelamos la juventud, bloqueamos un impulso que aspira a expresarse. Nuestra energía es limitada en el tiempo y tenemos la costumbre de desperdiciarla cuando llega a su punto máximo. Desperdiciamos esta fuerza vital en vanas distracciones (entretenimientos de todo tipo), en peleas estériles, en un culto a la ignorancia al fin y al cabo. A menudo, sólo más tarde nos damos cuenta de la cantidad de energía que hemos utilizado tontamente, ya sea porque nos hemos dejado influir por malas ideologías o por personas que las portan, o por una forma de pereza.

La gran energía de la que disfrutamos a una edad temprana sesga nuestra proyección sobre el futuro. Creemos que somos viejos con nuestra energía juvenil. Pero esto es un error de cálculo. Posponer las ideas de viajar hasta más adelante, en el momento de la jubilación por ejemplo, puede ser una mala apuesta. No apreciamos del todo los cambios que se producirán y que, por ejemplo, nuestra movilidad y nuestra salud ya no serán las mismas, lo que necesariamente limitará nuestros movimientos y el tipo de actividades que podemos realizar.

La savia que fluye con fuerza no lo hará indefinidamente, por lo que es más que imprescindible pensar que somos viejos cuando somos jóvenes. Pedir consejo virtualmente a tu yo del futuro (el que serás dentro de 50 años, por ejemplo) puede ser un buen ejercicio. Hablar con la persona que seremos, que supuestamente será más sabia pero con menos vitalidad, podría ayudarnos a tomar las decisiones correctas hoy. No tener arrepentimientos ni remordimientos es actuar inteligentemente y con moderación con el vigor que disfrutamos, que acabará por abandonarnos.

Podemos prolongar la apariencia de juventud unos años, o incluso unas décadas, pero no podemos detener el proceso de envejecimiento, lo que nos obliga a gestionar este capital energético con astucia. Incluso podemos decir que lo que marca la diferencia entre dos personas en cuanto a su nivel de éxito o logros es la forma en que han generado la energía que se puso a su disposición durante su juventud. No nacemos totalmente iguales, siempre hay una desigualdad de oportunidades entre los habitantes de este planeta (acceso a la educación, al capital, a la sanidad, etc.). Sin embargo, hay un ecualizador, es la vitalidad de nuestra época. La sabiduría con la que gestionamos nuestro potencial energético es lo que nos distinguirá de nuestros contemporáneos a largo plazo.

Edward

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