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La identidad no se concede sino que se toma

Todos crecimos en una sociedad que formó gran parte de nuestra identidad. Algunas culturas son más rígidas que otras, lo que explica por qué es difícil para algunos definir su identidad. De hecho, algunas comunidades no dejan mucho espacio a sus miembros para definirse. A veces, sucede que desde el nacimiento hasta la muerte, nuestro comportamiento sólo puede ser dictado por su condición inicial. En este asunto, los países occidentales parecen más flexibles, aunque todavía se pueden hacer muchas mejoras. Entonces, ¿realmente somos libres de ser quienes somos?

Parece bastante seguro seguir la corriente, especialmente cuando se trata de religión. En muchos países, la religión significa poder político, por lo tanto, si desafiamos a la religión puede ser visto como un oponente político. Además, la religión también puede controlar partes muy íntimas de la vida de alguien, sin dejar casi ningún espacio para el libre albedrío. Entonces, ¿cómo debe comportarse alguien en tales circunstancias si siente que no encaja con esta norma general?

Primero podemos cultivar nuestra mente a través de la lectura de libros no convencionales, lo cual no es fácil en algunos países cuando la censura restringe la prensa y las librerías. Podemos cultivar nuestra valentía y tratar de encontrar nuestra tribu de gente con ideas afines. Es difícil vivir en un país en el que no compartimos la forma de pensar con la mayoría de la gente. A veces, podemos incluso pensar que algo está mal con nosotros o simplemente estamos equivocados. Si podemos, deberíamos viajar para ver que no estamos solos y que muchas otras personas comparten nuestros puntos de vista.

A veces es difícil encontrar un equilibrio entre la tradición y la modernidad, puedo ser sólo un inadaptado, nacido en un período equivocado. Por otro lado, deberíamos pensar en uno mismo como un pionero, alguien que se adelanta y conduce al resto de la población hacia un futuro más brillante. Sentirse solo o extraño es el común denominador de todos los revolucionarios y progresistas. Se requiere valor para desafiar el conformismo y las fuerzas opuestas, con el fin de impulsar la sociedad hacia adelante, pero podría valer la pena.

Edward

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