Un libro que te dice cómo ganar cuando todas las probabilidades parecen estar en tu contra.
El libro comienza con un enfrentamiento entre dos personas en Palestina: un gigante llamado Goliat y un pequeño pastor llamado David. A primera vista, el resultado de este enfrentamiento está sellado: Goliat sólo hará picadillo a este pastor que se sostiene sobre sus frágiles piernas. Contra todo pronóstico, es David quien gana el duelo. ¿Cuál es la razón de este cambio de suerte?
En primer lugar, lo que la Biblia no dice es que David sea más que un pastor y que la fuerza de Goliat provenga de una debilidad. Recordemos que en las antiguas batallas, eran los mejores guerreros de ambos ejércitos los que a veces se enfrentaban para salvar la vida de miles de combatientes. Por lo tanto, el destino de una guerra podía recaer en los hombros de los soldados sobre los que se clavaban todas las miradas. Otra cosa que hay que saber es que los ejércitos antiguos solían basarse en un tríptico: infantería, caballería y artillería. Este sería un fallo de larga data en la organización de los ejércitos a lo largo de la historia. Cada grupo vigila al otro pero es vulnerable al tercero. Así, la infantería domina a la caballería (utilizando picas largas y alabardas) pero es vulnerable a la artillería (lanzando proyectiles). La artillería está indefensa ante una carga de caballería. Existe, por tanto, una interdependencia entre estos tres cuerpos del mismo ejército. Esta relación fue también el origen del juego: “piedra y tijera” o “chifoumi”.
Teniendo en cuenta este contexto, está claro que el equilibrio de poder inicial ya no es el que pensamos. David utiliza una honda, lo que lo convierte en un miembro de la artillería. Hoy en día la honda se considera un objeto infantil, pero era un arma esencial en la mayoría de los ejércitos antiguos. Los batallones de honderos se formaban en las provincias (sobre todo en las Islas Baleares) del Imperio Cartaginés. Tenían fama de ser formidables guerreros por su destreza. Podían cambiar por sí solos el rumbo de una batalla.
Por lo tanto, David está lejos de ser un individuo inofensivo, se encuentra a una distancia ideal para un soldado de artillería que se enfrenta a un soldado de infantería: puede lanzar sus proyectiles sin arriesgarse a ser alcanzado a su vez. Goliat, aunque masivo y bien equipado, se encuentra en realidad en una zona de peligro sin saberlo (mira con desprecio a su oponente de turno). Su lanza y su espada en la vaina no son rivales para un oponente que se encuentra a una distancia tan grande. Su lanza podría haber sido eficaz contra un jinete para inutilizarlo, su espada habría sido apropiada para apuñalar a un artillero que estuviera a su alcance, pero no lo es. Es más un blanco que otra cosa contra un pastor curtido por la práctica ininterrumpida en el campo con blancos tan pequeños como las perdices. Además, su gran tamaño se debe aparentemente a un desequilibrio hormonal causado por un tumor que obstruye su visión. En la situación descrita, es probable que pierda este combate, aunque parezca lo contrario. Y eso es exactamente lo que ocurrirá. En una fracción de segundo, David lanza una piedra a toda velocidad que se estrella en el cráneo de Goliat y éste sucumbe a sus heridas.
La primera lección de esta historia es que a menudo subestimamos la fuerza que poseemos, ya sea por ignorancia o por falta de discernimiento.
Otra línea de análisis que me parece interesante es que el enfrentamiento de David y Goliat simboliza el arte de ser poco convencional. David es pastor y vive entre animales la mayor parte del tiempo. Por lo tanto, probablemente no conozca las reglas que se aplican a los duelos entre los mejores soldados de dos ejércitos. Esta falta de conformidad le permitió definir rápidamente la mejor estrategia para ganar. Se salió del camino marcado casi instintivamente.
Así, no tener los códigos de un determinado medio o grupo social puede representar una oportunidad porque nos libera de posibles barreras psicológicas o culturales.
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