Según la tradición india, hay una consideración especial asociada al habla. Como la palabra es uno de los vehículos de la energía, debe utilizarse con cuidado y sabiduría. Es especialmente en el Bhagavad Gîtâ, uno de los libros pilares del hinduismo, donde se relata su poder. Más tarde fue retomado en el pensamiento budista, que se basa en gran medida en los conceptos hindúes.

Para hacer un buen uso de la lengua, las palabras que uno pronuncia deben responder a tres principios: veracidad, amabilidad y beneficencia. Según la tradición india, es mejor callar si lo que se dice no es cierto, agradable o beneficioso.
Veamos cada una de estas partes

Decir la verdad

La veracidad de una palabra es importante porque eleva nuestro nivel vibratorio. Cuando mentimos, vamos agotando nuestra energía porque perdemos la tranquilidad. Una mentira suele llevar a otra y, en última instancia, es el miedo a ser desenmascarado lo que puede generar una especie de ansiedad permanente. Decir la verdad no siempre es fácil. Sin embargo, es mejor abstenerse de hablar si es para decir una mentira. La sociedad actual no es inflexible en este sentido. A menudo nos vemos empujados a mentir porque hay un interés a corto plazo, ya sea en un trabajo o en las relaciones humanas. El deseo de seducir es a menudo lo que nos lleva a embellecer la verdad y a ocultar las cosas menos gloriosas de nosotros mismos.

Hablar con amabilidad

Según el pensamiento hindú, no toda la verdad es buena para contarla. Uno puede querer herir a alguien diciendo una verdad. La intención es esencial cuando se habla de algo verdadero. Así que sí, puede parecer hipócrita a primera vista, pero no lo es. Una palabra genera un movimiento, una acción. Si la palabra es verdadera pero desagradable, puede crear un rechazo e incluso una fuerza de oposición. Imagine que le piden que confiese a un amigo la verdadera identidad de sus padres. ¿Crees que hacerlo en un tono de enfado o de culpabilidad mejoraría la situación? Es poco probable que lo haga. Por eso hay que asegurarse de que la palabra sea amable e incluso gentil para que sea digerida y aceptada.

Una palabra beneficiosa

Puedes decir algo verdadero y agradable, pero si no aporta ningún beneficio, es mejor no decirlo. ¿Qué significa una palabra beneficiosa? Significa que puede utilizarse para la superación personal, la autoconstrucción o el cambio de perspectiva positiva. También puede significar que para construir hay que deconstruir. Si se está construyendo una identidad sobre una mentira, es mejor hacer borrón y cuenta nueva y empezar de cero que continuar sobre una base inestable. De ti depende que lo que digas ayude a la persona o personas que lo escuchen.

Como se puede ver, hablar requiere una gran disciplina, que a menudo conduce al silencio en lugar de expresar lo que viene a la mente. Una palabra es poderosa si logra combinar la verdad, la benevolencia y la caridad. Es como una conjunción de tres factores. Si se multiplican estos tres elementos, se obtiene un resultado. Cada uno de ellos debe ser positivo, de lo contrario el resultado sería negativo. Por otro lado, las leyes aritméticas no se aplican, si combinas dos cosas negativas espiritualmente, no obtendrás algo positivo.

Discurso indiscriminado

Hay algunas personas que se contentan con soltar su discurso sin medida, pausas o cualquier forma de contención. Este desafortunado hábito es, por supuesto, un extremo en el que caen pocas personas. Sin embargo, observar este tipo de caricaturas nos ayuda a comprender los males del discurso intrusivo o inmodesto. Para no parecerse a este oscuro retrato, es preferible poner en marcha algunos hábitos para reeducarnos en este aspecto.

La importancia de tener periodos de silencio

Gandhi no hablaba con nadie los lunes hacia el final de su vida. Esta tregua en el discurso le permitió dar más fuerza a lo que decía. Cuanto más raro sea su discurso, más valioso será. A la inversa, cuanto más hablas, más sin sentido o egoístas se vuelven tus palabras. La característica más común de los sabios es su propensión natural al silencio. Si quieres dar más peso a tus palabras, debes impregnarlas de reflexión, de meditación, del mismo modo que impregnas de harina un donut cuando lo sumerges en aceite hirviendo. El discurso se fortalece cuando está sobre todo interiorizado y no es una logorrea patológica.

Leer en lugar de hablar

Es obvio que tenemos mayores o menores inclinaciones hacia la extraversión. Una personalidad extrovertida tenderá a hablar más que los introvertidos, lo que aumenta las posibilidades de decir cosas que no son ni verdaderas, ni beneficiosas, ni benévolas. Para contrarrestar esto, puede ser una buena idea empezar a leer. Los introvertidos tienden a escuchar y leer más que los demás. Si una persona se esfuerza por leer más, podrá domar un poco este rasgo, aunque no vaya en contra de su propia naturaleza. Al dedicarse a las aficiones de los introvertidos, la persona se convertirá en un mejor oyente y menos hablador.

Yoga (asana): la escuela del silencio

Si te dedicas al yoga, naturalmente hablarás menos. También vuelves a conectar con tu interior, que suele ser autosuficiente, y esto tiene la ventaja de que te apetece menos hablar. El yoga suele terminar con una sesión de meditación, cuyo objetivo es lograr la calma interior. Muy a menudo, si las personas hablan y no pueden dejar de hacerlo, es porque hay una agitación interior, es decir, una falta de serenidad, que les hace hacerlo.

Edward

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