Hay dos maneras de emprender un negocio. Una es entrar tímidamente, la otra es apostarlo todo. ¿Cuál es la tuya? No hay un espectro, es blanco o negro, todo o nada. Jugar en tu propia piel te permite unirte a tu causa y sacar a relucir un ingenio renovado que no sabías que tenías. Imagina dos generales: uno dirige sus tropas desde lejos, detrás de las líneas de batalla, y el otro está en primera línea, arriesgando su vida en cada batalla. ¿Cómo crees que reaccionarán las tropas? Es la noche y el día. La gente está dispuesta a morir por un líder que se juega la vida como ellos, pero no dudarán en huir si sienten que no te implicas al máximo y que los acontecimientos no van según lo previsto.
Arriesgar el cuello se puede aprender, pero primero hay que desaprender lo que nos han enseñado. La educación nos empuja a limitar nuestros riesgos y a ser calculadores, que es lo contrario de lo que significa jugarse el pellejo. Jugarse la piel significa enfrentarse al miedo, adquirir el hábito de actuar con garbo y perderlo todo. Esto no es fácil de desarrollar, pero sólo la práctica hace posible este estado psicológico.
Al igual que no todo el mundo puede ser general, tampoco todo el mundo puede aspirar a jugarse el pellejo en cada momento. Es una cuestión de elección vital. Arriesgando mucho se puede ganar mucho, pero también se puede perder mucho.
En un sentido más individual, jugarte la vida no te deja otra opción que tener éxito. Si tu trabajo consiste en dar consejos a la gente pero tus errores no te repercuten, entonces no te estás jugando la vida. Muchas profesiones no implican consecuencias graves para quienes aconsejan o toman decisiones (asesor financiero, político, etc.) y por eso también los clientes y los ciudadanos están tan descontentos. Cuando te juegas el pellejo, piensas de otra manera.
Lo que distingue a dos individuos, de manera fundamental, es la forma en que sus cerebros han sido cableados. Crear vínculos neuronales requiere tiempo y esfuerzo. Por esfuerzo entiendo repetición. Para acelerar el proceso hay que intensificar el esfuerzo. La mejor manera de hacerlo es tocarse la piel. Al jugarte la piel, estás poniendo el 100% de tu capital cognitivo al servicio de tu causa, que está directamente relacionada con tu supervivencia. Acelerando el proceso, puedes alcanzar niveles que nadie alcanzará jamás porque toda una vida no será suficiente para compensar la falta de intensidad en sus esfuerzos.
Cuando te dejas la piel puedes cosechar los siguientes beneficios:
– Alcanzar un alto nivel de práctica deliberada
– Desarrollar un sexto sentido
– Comprender mejor a las personas
– Alcanzar una forma de pureza e intensidad
– Volverse más humilde
– Pensar de forma diferente al 98% de las personas
No hay nada que deba obligarte a buscar jugar tu propio juego a toda costa. Sólo tienes que renunciar a las ganancias potenciales de jugar tú mismo. Porque ahí radica el problema, la gente quiere los elogios y la riqueza sin pagar el precio.
He aquí el tipo de recompensas a las que tendrás que renunciar si no quieres jugarte el pellejo:
– Gozar de gran prestigio y respeto por parte de la gente
– Ganar mucho dinero
– Ser el centro de atención
– Recibir la confianza inquebrantable de la gente
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