Categories: Reflexión

Las personas que más apreciamos suelen ser aquellas que han desarrollado los mecanismos de defensa psicológicos más maduros

Existen muchas formas de enfrentarse a nuestros demonios internos. Algunas personas logran superarlos, pero terminan hiriendo a otros en el proceso. Otras, en cambio, afrontan sus dificultades sin convertirse en una carga para sus seres queridos o para quienes las rodean. A veces aprendemos a afrontar la vida de la manera más dura —sufriendo aún más— y otras veces aprendemos a través de la experiencia, la reflexión y la conciencia de uno mismo.

Las personas más agradables suelen ser aquellas que se han tomado el tiempo de desarrollar una forma más madura de lidiar con sus desafíos, a menudo reflexionando sobre sus propias experiencias y aprendiendo de los errores de los demás.

Todos tenemos nuestras neurosis. Lo que realmente nos diferencia es la manera en que elegimos enfrentarlas.

Formas negativas de afrontamiento

Negación

La negación es un «mecanismo de defensa inconsciente mediante el cual un individuo se niega a aceptar una realidad percibida como demasiado dolorosa, amenazante o traumática para su equilibrio psicológico».
Aunque esta definición pueda parecer inofensiva, no lo es en absoluto. Todo trauma ignorado acaba reapareciendo de una forma u otra, ya sea dentro de uno mismo o proyectado sobre los demás.

Vivir en negación afecta inmediatamente a las personas que nos rodean, quienes no pueden evitar percibir la realidad que estamos evitando. A menudo se sienten incómodas en nuestra presencia, y ese malestar refleja nuestras propias emociones no reconocidas, enterradas en el inconsciente pero que afloran de vez en cuando.

Podemos reprimir inconscientemente nuestro trauma, pero los demás suelen ver con mayor claridad de lo que imaginamos. Esta desconexión dificulta la construcción de relaciones auténticas y saludables, ya que no hemos realizado nuestra parte del trabajo emocional que toda relación equilibrada requiere.

Proyección

La proyección es un mecanismo de defensa mediante el cual una persona atribuye a los demás pensamientos, emociones, deseos o intenciones que se niega a reconocer como propios.
Este mecanismo se asemeja a la negación, con la diferencia de que el conflicto interno reaparece a través de la acusación o el reproche hacia los demás.

Por ejemplo, una persona que teme el abandono o siente atracción por otras personas puede terminar acusando a su pareja de infidelidad. Las acusaciones repetidas e infundadas suelen ser un rasgo característico de la proyección psicológica.

La proyección está muy extendida, especialmente en la forma en que nos relacionamos con los demás. Suele existir una reciprocidad entre la manera en que nos hablamos a nosotros mismos y la manera en que hablamos a los demás: cuanto más rechazamos partes de nosotros mismos, más difícil se vuelve comunicarnos con amabilidad y buena voluntad. Nuestras relaciones suelen ser un espejo claro de nuestros conflictos internos.

Escisión (todo bueno / todo malo)

Cuando una persona tiene dificultades para manejar sus conflictos internos, puede intentar simplificar el mundo adoptando una visión maniquea: todo es completamente bueno o completamente malo.
El problema de la escisión es que nos impide captar la complejidad de la realidad y nos aleja de la verdad, que casi siempre se encuentra en un punto intermedio, matizado y gris.

La escisión puede funcionar como un atajo mental que nos ayuda a pensar con mayor rapidez cuando estamos desbordados. Sin embargo, a menudo conduce a juicios distorsionados y a malas decisiones. Ver el mundo en términos de «todo negro» o «todo blanco» es un signo frecuente de que este mecanismo de defensa está en funcionamiento.

Idealización / Devaluación

Este mecanismo sigue la misma lógica binaria que la escisión: la otra persona es percibida como perfecta o como mediocre e indigna de interés. La idealización nos protege temporalmente de nuestras ansiedades al atribuir cualidades extraordinarias a alguien —una pareja, un mentor o una figura de autoridad—, pero esta ilusión inevitablemente se derrumba. Cuando eso ocurre, pasamos a la devaluación, rechazando bruscamente a esa misma persona por defectos que a menudo están exagerados. Este vaivén emocional perjudica no solo nuestras relaciones, sino también nuestra estabilidad interna.

Nuestra incapacidad para ver al otro con claridad al inicio de una relación puede obstaculizar la fluidez de las interacciones. De hecho, la otra persona puede sentirse incómoda, consciente de que no merece tal idealización. Tarde o temprano, la desilusión es probable. Por esta razón, es mejor ser honestos desde el principio y reconocer los defectos del otro; de lo contrario, puede generarse inseguridad, ya que la persona puede temer que la pérdida de la idealización ocurra en cualquier momento.

Por supuesto, todos tenemos tendencias narcisistas, y una situación así puede resultar agradable para la otra persona, ya que halaga su ego. Sin embargo, en última instancia, se trata de una trampa para ambas partes, ya que el tiempo acabará revelando la verdad. Por eso, siempre es preferible evitar ceder a la idealización.

Agresividad pasiva

La agresión no siempre se manifiesta de forma abierta. A veces aparece a través de conductas indirectas: retrasos repetidos, silencios prolongados, comentarios irónicos o sabotajes sutiles. La agresividad pasiva es una forma de expresar el conflicto evitando asumir la responsabilidad por él. Erosiona la confianza y crea un clima relacional inestable, ya que quienes nos rodean perciben la tensión pero no pueden nombrarla con claridad.

Cuando nos damos cuenta de que estamos actuando de manera pasivo-agresiva, siempre es útil intentar comprender las razones. No es fácil, ya que a menudo somos en gran medida inconscientes de ello cuando ocurre. Detrás suelen existir motivos incómodos o cargados de vergüenza: envidia, incapacidad para confrontar a alguien directamente, sentimientos de indignidad y dinámicas similares.

Actuación impulsiva (acting out)

El acting out consiste en expresar emociones reprimidas mediante acciones impulsivas. Puede implicar dar un portazo, terminar abruptamente una relación o involucrarse repentinamente en un consumo excesivo, gastos desmedidos o gritos. En lugar de poner las emociones en palabras, la persona las descarga a través del comportamiento. Esto puede generar un alivio temporal, pero las consecuencias suelen ser destructivas.

La mayoría de nosotros ha actuado de esta manera en algún momento, especialmente durante la adolescencia, cuando éramos en gran medida inconscientes de las motivaciones que subyacían a comportamientos agresivos o imprudentes. Con el paso del tiempo, podemos volvernos más sabios y capaces de regular nuestras emociones, lo que conduce a una disminución —o incluso a la desaparición— del acting out. Sin embargo, algunos adultos continúan comportándose de este modo, lo que se convierte en una fuente de sufrimiento tanto para ellos mismos como para quienes los rodean.

Identificación proyectiva

Este es un mecanismo más sutil: una persona proyecta un sentimiento o una intención sobre otra y luego actúa de manera que lleva a la otra persona a adoptar realmente ese sentimiento. Por ejemplo, alguien puede comportarse de forma fría u hostil hasta que el otro acaba volviéndose distante. Este mecanismo crea un círculo vicioso que daña las relaciones y encierra a cada persona en roles impuestos.

Dicho de forma sencilla, podemos intentar inconscientemente convertir al otro en una versión de nosotros mismos para no tener que enfrentarnos a nuestras propias emociones incómodas. Cuando esto ocurre, la persona receptora puede experimentar al otro como «tóxico», como si intentara descargar en ella toda su “basura” emocional.

Pensamiento mágico

El pensamiento mágico consiste en creer que nuestros pensamientos, deseos o rituales internos pueden influir directamente en la realidad. Este mecanismo suele surgir cuando una persona intenta recuperar una sensación de control sobre una situación que percibe como abrumadora. Sin embargo, tiende a conducir a la evitación de la acción concreta y del enfrentamiento directo con la realidad.

Todos somos propensos, en mayor o menor medida, al pensamiento mágico; las religiones son un claro ejemplo de cómo esta tendencia puede institucionalizarse. En la infancia, suele ser benigno e incluso normal desde el punto de vista del desarrollo. En la vida adulta, en cambio, el pensamiento mágico puede convertirse en un obstáculo importante, especialmente cuando la vida cotidiana se estructura y se ve limitada por él. Puede conducir al aislamiento, ya que los demás pueden percibir a la persona como extraña, torpe o incluso débil. El primer paso para reducir el pensamiento mágico es prestar atención a nuestras decisiones y examinar el grado de racionalidad que las sustenta.

Somatización

Aquí, las emociones no reconocidas se expresan a través del cuerpo en forma de dolor, tensión, problemas digestivos o migrañas. No se trata de síntomas imaginarios, sino de una forma de descargar un conflicto psicológico que no puede ponerse en palabras. El cuerpo se convierte en el último refugio de un sufrimiento no elaborado.

Este fenómeno es común, pero a menudo no prestamos suficiente atención a lo que nuestro cuerpo intenta decirnos. La somatización puede reducirse —e incluso prevenirse— observando regularmente las señales corporales y reflexionando sobre los estados emocionales que pueden subyacer a ellas. Esto requiere un cierto grado de conciencia de uno mismo, así como la voluntad personal de cultivar prácticas que aumenten la atención a estas señales.

Fantasía autística

Este mecanismo consiste en refugiarse en un mundo interior imaginario para evitar las frustraciones de la realidad. Aunque soñar despierto es normal, la fantasía autística se vuelve problemática cuando sustituye a la acción, la comunicación y la implicación en el mundo exterior.

Este comportamiento es frecuente en la infancia, especialmente entre los niños que crecen como hijos únicos o que están separados de sus hermanos por diversas razones (diferencias de edad o de género, por ejemplo). Para afrontar una realidad sombría, los niños pueden inclinarse a inventar un mundo imaginario en el que desempeñan un papel completamente distinto. Esta tendencia puede observarse, por ejemplo, en niños que leen libros de fantasía o juegan a videojuegos. Estas formas de escape pueden ayudarles a sobrellevar la vida cotidiana cuando, fuera de estos mundos imaginarios, no ocupan un papel central.

En la edad adulta, sin embargo, ceder a la fantasía autística puede tener consecuencias graves, como la dificultad para llevar una vida adulta normal, ya que esta tendencia es mucho más aceptada socialmente en la infancia que en etapas posteriores.

Regresión

Ante el estrés, algunas personas pueden adoptar comportamientos más infantiles: dependencia excesiva, quejas frecuentes, demandas desproporcionadas de atención e incapacidad para tomar decisiones. Esto representa un intento inconsciente de regresar a una etapa en la que se sentían protegidas, pero socava la autonomía personal y supone una carga pesada para quienes las rodean.

También puede expresar el deseo de volver a la infancia porque la persona no se sintió suficientemente amada o cuidada en sus primeros años. En este sentido, busca vivir la infancia que siente que nunca tuvo realmente.

[…] la continuación de este artículo se publicará la próxima semana.

Edward

Entradas recientes

En el mundo actual, un verdadero sentido de libertad a menudo proviene del anonimato

Cuando observas de cerca las vidas de las personas más admiradas—estrellas de cine, atletas, figuras…

1 semana ago

Escucha a tus padres sobre psicología o religión, pero no sobre economía o trabajo

Hay cosas que son intemporales y otras que, por el contrario, cambian con cada generación.…

2 semanas ago

Ser auténtico en un mundo falso es un acto de rebelión

No es fácil ser uno mismo, y el mundo laboral es el primer lugar donde…

3 semanas ago

¿Cómo elevar tu energía cada día?

Lo que nos impide ser felices es sentirnos víctimas de nuestro entorno e interpretar los…

4 semanas ago

El deporte no suele ser una actividad holística

¿Por qué la gente tiene dificultades para encontrar sentido en lo que hace? ¿No será…

1 mes ago

Estar consigo mismo es estar con Dios primero

A veces nos dejamos arrastrar por un torbellino que nos empuja a dar sistemáticamente prioridad…

1 mes ago