El estilo de vida sedentario impuesto a gran escala ha extendido una ola de pesadumbre. Esto se debe a un simple hecho: para experimentar placer, alegría o cualquier tipo de satisfacción durante un largo periodo de tiempo, es necesario moverse. Nuestros lejanos antepasados recorrían a diario enormes distancias. La resistencia de la que goza nuestra especie debe explicar la propensión que tenemos a producir endorfinas tras realizar un esfuerzo físico. Dejar de movernos es privarnos de un placer muy arraigado en nosotros. Hay una especie de relación interdependiente, invertimos sudor y trabajo para conseguir una sensación de serenidad.
El movimiento no significa necesariamente un acto dinámico. El yoga es cualquier cosa menos una actividad de ritmo rápido. Sin embargo, su práctica ofrece un impulso de energía y bienestar. La alternancia de diferentes posturas realizadas con cierta intensidad física proporciona un placer común a muchas actividades físicas. Permanecer desplomado en una silla o sillón nos expone a un entumecimiento físico y mental. Obligarse a alternar posturas o a realizar un ejercicio diario es beneficioso para mantener la moral alta.
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